Los recientes acontecimientos en República Dominicana, que pusieron en discusión la ciudadanía de personas originarias de Haití, han abierto el debate sobre la percepción de la raza en la isla. Allí, el tema de la raza y de la negritud han sido siempre un tabú que se ha tratado de eliminar de la historia. Este, sin embargo, no puede ser un discurso aparte y divisible de la sociedad, de la política y de las clases sociales, ya que todos esos elementos construyen la percepción racial. El problema racial se agravó desde la dictadura de Rafael L. Trujillo (1930-61), quien siguiendo la ideología del “anti-haitianismo”, en 1937 organizó la masacre más grande de la historia.
La negritud en la República Dominicana es un tabú social que divide las clases y genera pobreza. Además, el racismo a menudo se junta con la discriminación de género, la homosexualidad y el turismo sexual. Esta parte de la población vive discriminada por ser negra, pobre, y es híper sexualizada tanto por la sociedad y el imaginario colectivo del cuerpo del negro o la negra, como por un sistema turístico al servicio de occidente que solo conoce un Caribe paradisiaco donde todo, incluyendo el turismo sexual, está permitido.
Este tema es cada vez más representado por artistas, performers y cineastas. La película Dólares de Arena (septiembre 2014), por ejemplo, muestra la relación —a menudo ignorada— entre raza, clase social, género y homosexualidad. Dólares de Arena, co-producción de la directora dominicana Laura Amelia Guzmán y el director mexicano Israel Cárdenas, rompe el silencio alrededor de problemas sociales como el turismo sexual y la promiscuidad y pobreza en áreas totalmente turísticas, a través de dos personajes: Anne y Noeli. El personaje de Anne, además, añade un elemento importante a la trama: Anne no sólo es blanca, francesa, con un cierto poder económico y sexualmente “fluida”, sino que también Anne es una mujer mayor que tiene una relación con Noeli. A la vez, Noeli es dominicana, negra, pobre y muy joven.
La relación de amor, sexo, cariño, necesidad y desesperación entre las dos mujeres reconsidera desde un territorio periférico la relación entre cuerpos negros y cuerpos blancos—tal como explicaba por el filósofo Franz Fano — desde la inusual perspectiva del —a menudo ausente— cuerpo femenino. La intersección entre género, clase y raza, se convierte en el marco desde el cual se narran dinámicas coloniales post modernas.
Dólares de Arena representa un desafío para diferentes tipos de público, tanto por presentar temas que constituyen un tabú en la sociedad y cultura dominicana, como por no ser fácilmente catalogable (como película de tema homosexual, por ejemplo). La relación entre la europea blanca y mayor con la joven dominicana negra rompe esquemas visuales (aunque no hay escenas explícitas) y el de la relación entre turista y local (que muy a menudo en la narrativa fílmica es una relación heterosexual). Los temas presentados en la película son una serie de tabú que se sobreponen empujando al espectador de su zona de comfort. Los sujetos marginales y marginalizados ocupan la pantalla provocando una incomodidad que no se puede ignorar (como cuando ciertas escenas se ven en la calle) y con la cual se debe lidiar mientras se mire la película.
Tomando el cuerpo de la mujer como una metáfora atenta a los problemas raciales y sociales, Dólares de Arena analiza estos tópicos críticos pero a la vez olvidados por la historia dominicana. Este film es una plataforma desde la cual se pueden empezar nuevas posibles conversaciones sobre los conceptos de pertenencia, ciudadanía, negritud y género tan urgentes en el país y en este momento histórico.