Sintonía I,
entre un instante y su recuerdo
Tienes razón, tú conduces
el diario acontecer de mis miradas, incluso
cuando me domina el injusto galopar de poseerte;
mas,
como contado por un idiota,
nuestro cuento
—con toda su furia y su plena sensación
de escuchar anegadas melodías, gritos, ciudades—
no es nada
sino letras porque sí
y porque no
y porque los labios palpan más
de los epígrafes superfluos
que de los cajones donde guardamos
la despensa, la quietud de las rocas,
el dinamitado silencio de la memoria.
Sintonía II,
entre un instante y la creencia de él
Yo te veo
desde una ventana.
No he ido más allá, no por el pecado, antes,
por el desorden,
el basto desequilibrio de todo lo posible:
Palabrarear a la deriva para rehacerte a mi placer,
poner todo mi empeño en aprender tus sonidos,
guardar el tañir de ese universo (inadvertirnos en él)
sin desvanecer su melodía, su ritmo de relato.
Pero todo horizonte está incompleto
si tú no milagras el abismo
si no abismas el milagro.
Ese es el hacer de mi corazón,
descomponer el tiempo de tu sombra,
contracanto donde la tinta que yo soy
se abandona derramada concordando tu silueta.