La banda de Patricio Suárez Vértiz y amigos lograron hacer saltar a un montón de fans del rock en español en el Covenant Music House of Rock del Doral. Entre estos fans un gran número de peruanos se movieron al ritmo de canciones como Akundún de Miki González, Magdalena de Los no se quién y los no se cuántos y Me resfrié en Brasil de Arena Hash. Preparar un concierto de casi tres horas puede ser una tarea ambiciosa. Pero es un lujo si son canciones que definieron a una generación que dejó atrás a los amigos de la infancia y juventud para buscar oportunidades en otro país.
El Covenant Music House of Rock se asemeja a una caja negra de teatro o Black Box Theater. Esta localizado en una zona de depósitos en medio de los barrios residenciales del Doral. En este depósito convertido en caja negra, la gente empezó bailando en sus sillas y la gran mayoría terminó saltando. En algún momento algunos hasta se empujaron parodiando el pogo del punk de los ochenta y hasta chocaron con la tarima y la zona VIP de asientos afelpados. Y aunque la euforia era contagiante, fue un pogo bien calculado por gente de la mediana edad donde todos salieron ilesos.
Pero esta fiesta de rock de una generación que dejó atrás a los coche bombas y los paquetazos fue más que una parodia. Fue una noche de culto a un género que surgió como respuesta a una Latinoamérica politizada y con muchas ganas de independizarse de la arrolladora influencia anglosajona del rock en inglés de los años 60 y 70. Entonces en los ochenta, surgieron innumerables bandas de rock en español. Con el asunto del conflicto de las Malvinas y la rampante propaganda del rechazo al imperialismo, música como la nueva ola, los boleros y la nueva trova no se daban abasto para suplir la demanda de un público nuevo.
La presentación de Patricio Suárez Vértiz y amigos fue un trabajo de investigación impecable para rescatar temas que liberaron a una generación de esa Latinoamérica saturada por los manifiestos políticos y las convulsiones sociales. Con la presencia escénica de Suárez Vértiz, el grupo evocó esa movida emancipadora de los músicos que surgieron en los ochenta. También el grupo se mostró musicalmente cohesivo y digno de llenar un auditorio con cientos de personas.
El concierto fue un recorrido por la Lima rockera de los ochenta y noventa. Temas como Persiana Americana de Soda Estéreo y Adicto al Rocanrol del Tri parecían ser interpretados con la misma energía con la que fueron creados. En el teclado el versátil músico peruano Daniel Merino interpretó vamos a Tocache de Miki González y Lamento Boliviano de Enanitos Verdes. En la guitarra José Luis Valderrama interpretó con una voz cavernícolamente sensual Flaca de Calamaro.
Patricio Suárez Vértiz viene de una familia de artistas. En los ochenta creó la banda de Rock Arena Hash con su hermano Pedro. Su abuelo fue el recordado Germán Suárez Vértiz director de la escuela de Bellas Artes en Lima. Su abuela fue la pintora Teresa Suárez Vértiz la cual tenía un estudio de pintura en Lima Perú en el centro de Miraflores. A Teresa tuve la suerte de tenerla como profesora de pintura. Ella fue la primera artista que conocí de cerca y la que me introdujo al mundo del lenguaje de las artes visuales. Todavía recuerdo mirarla a los ojos y sentir la fascinación por las palabras que pronunciaba y yo sumida en un eclipse de ignorancia total. Reviví mucha de esa fascinación al escuchar cantar a Patricio letras que estuvieron como guardadas en un baúl. Letras que al escucharlas me sacaron de una ignorancia provocada por la distancia y el tiempo y me trasportaron a mi y a mis amigos al entorno de una Lima ochentera.