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Una novela de Miami

Varsovia (Sudaquia Editores, 2017) es la última novela del escritor peruano-miamense Pedro Medina León. Yo me considero Medinista, es decir, una estudiosa de la producción literaria del autor. Dirán por ello que mi opinión sobre esta novela será subjetiva, pero no, al contrario, soy Medinista porque lo que leo de Medina León es bueno, porque no es una serie de textos plásticos y sin profundidad. No me he equivocado hasta ahora; en las historias que desarrolla Medina León hay mucho que ver, hay mucho que oír, hay mucho que sentir de las calles de Miami.

Varsovia es una novela de Miami. -Oh, pero es una novela negra, ¿no? Sí, en efecto, es una novela negra. Pero más allá de serlo, es una novela de Miami y sobre Miami. El subgénero de la novela negra se diferencia de su género materno, la novela policial, en la figura del detective. En este tipo de narrativa, el crimen en sí no es lo más importante; lo que prevalece es el contexto humano y social en el que ocurre el crimen. El detective no es un sabelotodo con una técnica investigativa impecable cuya vida está tan bien centrada que no perturba su desempeño profesional; por el contrario, en la novela negra el detective es una persona con problemas, está abatido por algún drama familiar o social, busca la verdad de su propia existencia y hasta puede resultar decadente. Así es el Comanche. Un detective que no lo es oficialmente decide tomar la investigación en sus manos. ¿Por qué lo hace? El Comanche no recibe ninguna remuneración por sus servicios, no logra conseguir un trabajo por ello, ni se disipan los problemas con su ex mujer. El Comanche es un personaje realista. Tiene que mandarle a la ex el child support; tiene una novia estable pero se vuelve loco con otras caderas que ve pasar; podría, técnicamente volver a trabajar. Sin embargo hay dudas, hay contradicciones que lo abruman y no lo dejan avanzar en la búsqueda de su propia verdad. El Comanche se encuentra atrapado en sí mismo.

La figura del detective, no obstante, se define por la relación que tiene con Miami. El Comanche recorre sus calles y cuando se dedica a investigar el asesinato se mete más aun en ellas. Varsovia muestra una cara de Miami que muchos no ven: los alleyways, los bares de mala muerte, los hoteles donde los narcos se apoderan de las noches de las prostitutas. En Varsovia hay alcohol, hay sexo -y poco amor-, hay negocios turbios y hay una trama muy bien lograda. Esta novela negra envuelve al detective en el vertiginoso torbellino de la vida sombría de Miami que lo empuja hacia el mismo meollo donde se encuentra pero sin arrebatarle su intuición, al fin al cabo resuelve el crimen, descubre quién es el asesino; todo por las conversaciones, insinuaciones y (mal)entendidos en las calles lúgubres de Miami.

“-¿La conoces?

-Sí, claro, la Kina.

-¿De dónde?

-Pues de este infierno que es South Beach. Acá todos nos quemamos juntos.” (89-90)

Esta cara de Miami que Medina León presenta en Varsovia, no es la única. Lo he mencionado en otros artículos: Miami no es una, sino muchas. No obstante, lo cierto es que la Miami que se percibe en Varsovia es realista. Se puede oler, se puede ver, se pueden sentir. A esta presentación sensorial se le une la acción del narrador. Sin ser un personaje de la historia, el narrador presenta una voz totalmente realista. El narrador es un conocedor de Miami y además de la gente que vive en Miami. El narrador es muy latino, o quizás deba decir, es muy miamense. En esta novela de Medina León se escuchan acentos de diferentes lugares de Latinoamérica, se escuchan modismos que apuntan hacia las diferentes procedencias de los personajes. Lo interesante, sin embargo, es que el narrador posee un español camaleónico. Es decir, no son múltiples narradores con diferentes formas de hablar el español, es un solo narrador capaz de pasar de una jerga a otra.

“El Comanche señaló la mesa de billar, pero el Chamizo no tenía un mango. Debía esperar a que le pagaran su semana en el laundry porque estaba pelando bola. Entre la renta y las cosas del Publix, se le fue la quincena. En el laundry le pagaban el mínimo, había jodido para que le subieran, pero el mamahuevo del manager le dijo que agradeciera que le daba trabajo sin social. Y de momento tenía que quedarse tranquilito en la taguara esa.” (84)

El narrador usa frases y palabras pertenecientes a diferentes países latinoamericanos como “no tenía un mango,” “estaba pelando bola,” “mamahuevo,” “taguara.” Las tres últimas frases corresponden a la jerga venezolana (técnicamente es “mamagüevo”), sin embargo “no tenía un mango” es de origen argentino. Al mismo tiempo, se intercalan modismos propios del español de Miami como “la renta,” “el laundry,” “sin social.” Varsovia está llena de este tipo de instancias en las que el narrador mezcla códigos dentro del propio idioma español. No se puede identificar de dónde es el narrador; quizás se parezca a la Polaca, una personaje que hace prácticamente lo mismo.

“-Polaca, ¿de dónde eres, que no te encuentro el acento por ningún lugar?

-Parce, pana, pata, che boludo, and I can speak English as well as Nancy Reagan. Soy del mundo entero, querido. Igual que mi culo. Ni mi culo ni yo tenemos bandera.” (69)

Pedro Medina León nos obsequia de este modo una historia compleja, la cual, aunque cae dentro de la categoría de novela negra siendo la ambivalencia y las relaciones humanas problemáticas del detective y demás personajes lo más importante, va incluso más de allá de eso y se convierte en una novela de Miami. Me emociona saber que a partir de este punto se puede seguir investigando el tema pues Varsovia posee muchos niveles, así como hay muchas caras de Miami. Esta historia no tiene un final feliz como tampoco lo tienen las novelas anteriores del autor. Esta historia tiene un final realista y abierto. Esperemos con ansias la próxima entrega de Pedro Medina León.

 

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