Codo a codo
Un soldado griego
despierta de un coma
y traga sangre seca.
Pide un hotdog pero
le devuelven silencio
y el catálogo de Ikea.
«¿Dónde están mis amigos
–pregunta con señas–
que luchamos codo a codo?»
La enfermera le dispara
una pistolita de agua
para evaluar trastornos.
“Soy un espectro
–repite 7 veces–
aunque sude, aunque llore”.
La orina en la pierna,
placer inesperado,
enciende las miserias.
“Soy la muerte
y una elipsis.
Merezco, malditos,
una rima absurda
y a las 5 jineteras
del apocalipsis”.
Cinco ardillas
“Seis ardillas en duelo fraticida
se van por las ramas del crepúsculo
tras un fruto mezquino.
La danza es infausta,
un time lapse vanidoso y cutre
donde nadie se rinde
donde nadie se impone.
Abre su vientre la tierra:
el fruto indeleble se entrega.
Con desgano de carnada
se lanza al vacío
y en vuelo apátrida
convoca a las seis
a una cita con lo oculto.
Cuando despiertan,
el género es sci fi,
un Uber-robot alega
que una murió en el viaje,
sus rabos tienen vida
y hablan hasta siete idiomas;
mientras la Hache…
la Hache hace ya tiempo
que fue discontinuada ”.
Deberán salvar al mundo
y restaurar el reino benévolo
de la vieja justicia poética…”
–alcanzo a exponer
antes de que el hípster
le atine a mis frutos.
Las puertas del cielo
cicatrizan en mi cara.
Volvemos al ground floor.
“Pues no será Pixar
–me alienta uno de los rabos,
en rumano y con algo de acento–,
me pregunto, mi broder
qué pensará Netflix”.
Ilustración: Marc Chagall, En la camilla (soldado herido), 1914.