Tordo bajo lluvia
La lluvia, la demasiada lluvia
hace aletear las ramas
donde los nidos resguardan su propósito de aire.
El ave apenas abre los ojos
pero siente en todo el cuerpo
un temblor como de ansia,
una nostalgia por el sol
posándose en los campos,
pintando el dorado de las tardes.
Más allá.
Por eso abre los ojos,
para ver más allá de la lluvia donde
el ave asume el fin de las nubes
y el vuelo desde el árbol hacia el cielo,
cada trueno es casi el último
y en los ojos el relámpago
es un espejo del corazón.
El vuelo es el fruto;
el dorado, sobre las alas negras,
secan, vidan una vez más.
Hasta la próxima lluvia
el ave
se recompone a sí misma,
a su nido y a su trino.
Volar
hasta diluir su piel de sombra
dentro del sol del día.