Propuestas para amar sin cosificación
Verás, todo depende
si digo que me gustas desnuda sin que lo preguntes
o si lo preguntas para dejarme decirnos
cosas. Además
solo pasa
cuando te veo
quitarte o ponerte
el sostén y cuando el escote valsea
mientras charlas enérgica,
emocionada de tus días o la equidad
de género, los números y los trabajos,
de vestirse y des
vestirse cuando, como y con quien te dé
la gana. Yo me limito a mirarte andar
alejándote del falo
centrismo enhiesto buscando esconderse,
entrar a falta de salirse o regresar a donde
ni firmas ni puestos ni estatuas
ni calles
tengan nombres históricos.
Por supuesto que hay curvas
visibles y no. Hay caídas y hola
nes y sé
que no son para nadie o al menos no
para mí
(quién, por qué, cuál
es su propósito profundo)
Pero quién podría evitar tus hombros
—ese hombro derecho, yo no pude—
Perdón
por el desvarío, van las propuestas:
Concentrarse en las frases, su composición,
el tono con que viste la sintaxis,
ver cómo desnuda la raíz
de sus distancias.
Verse en el espejo
de su humanidad —el otro no es más
que otra forma de conjugarse—
—Ella es otro tú
también—
Si intenta ver solo su piel, sus vellos
erizándose —es por el frío— o su mueca disfrazada de sonrisa,
si desde la memoria heredada inicia
el ensueño del gorila lomo plateado,
se recomienda pensar en el reloj de la cocina de la abuela,
en la vejez meciéndole un día menos.
Imaginar el mundo, tratar
de ver el basurero municipal (casi son
lo mismo),
mirar los rastrillos femeninos oxidados, las ligas
para el pelo con cabellos muertos
(algunos son suyos) oler lo que no
se come de los guisos, y luego como
siempre pensar en sí mismo, solamente en sí mismo
cuando vea una imagen espacial
del planeta o
del universo, pensar en el deseo propio, en idas
y venidas. Poner
atención o ignorar
no pasa nada.
Sobre todo no fingir que le importa
y no pretender vaciar su vida entera
—todos esos años propios—
en un cuerpo
solo porque le apeteció utilizable.