Quizás también el día siguiente
Qué bueno que no amas como yo.
Que no vistes tus caricias
con el lugar común del hambre
y la torpeza del incendiario
cuyo fuego avanza indiferente.
Cuando llegamos a vernos, pero de veras a vernos,
ambos aceptamos la derrota,
la soledad de la semana,
el pequeño cuerpo tibio y amado entre nosotros.
Entonces, antes de dormir, cada quien suspira
desde su esquina del colchón,
como exhalando lo que no
fuimos el uno para el otro durante el día.
Hoy que el día está nublado lo veo más claro,
es muy fácil confundir al amor con el recelo
si no quitamos la cámara de enfrente
y ponemos ese espejo que somos
el uno del otro.
Todo el día atravesamos fronteras.
Quizá el amor sea no requerir
visado especial para ir a tu encuentro
No que seas mía, no que te conquiste,
solo saber que tengo entrada libre,
que no soy ilegal entre tus pechos.
Qué bueno que no amas como yo,
qué bueno que tu amor es un
acercarme a tus aguas cuyo cauce
nadie más que tú provocas.
No es que algo tengas mío
ni que en tu costado mi costado
encuentre su faltante.
Es solo esta nueva mirada,
ese aprendiz que soy cuando te amo
desde tus palabras y tus tiempos,
que son los de la justa hora
de tu voz que ya se escucha.
Qué bueno que no amas como yo
porque así aprendo
a ir hacia tu cuerpo como
al festejo, como el rito de la piel
que celebra del fin de las jornadas
esta independencia con que
volvemos a elegirnos una noche más
y quizás también el día siguiente.