Hace unos días, una fotografía fue colocada en las redes sociales. La fotografía muestra a un hombre anciano y a su perro. Ambos se encuentran en lo que parece ser una playa helada durante el final del día. El hombre está vestido con un abrigo grueso que lo cubre hasta el cuello, solo revelando su cabeza y en ella, sus cabellos plateados a los lados. Se puede apreciar, con sus manos atornilladas a los bolsillos, sonriéndole a un perro viejo que lo observa de vuelta. El escenario parece salido de un recuerdo hermoso; como si de alguna manera se hubiera podido conseguir la forma de retratar a los sueños en el arte de la fotografía. No es nada nuevo la inundación de retratos espectaculares que abundan en el cyber-espacio. Sin embargo, esta fotografía en particular posee en sí misma una misteriosa magia que la hace especial por encima de todas las que he visto. Quizás, más allá de los prismáticos colores pasteles del atardecer, o del hermoso momento que proyecta, el instante de conexión absoluta entre dos seres, reflejados sobre un espejo de agua que aún vibra antes de ser devorado por la arena. O quizás pueda ser la ingenuidad detrás de algo tan poderoso. Esta fotografía podría llegar a ser la pintura que abriría las ventanas hacia la música más alucinante de alguna banda desconocida … y la carátula de tal disco.
El título de la fotografia es: A random man, que podría traducirse a Un hombre cualquiera, Un hombre a la deriva o Un hombre al azar; y tiene una descripción que, también traducida al español, leería algo como: “Fotografié este instante de este hombre con su perro. No se quién sea pero siento que logré capturar un segundo que es demasiado precioso para no compartirlo. Si lo conocen déjenle saber que esta fotografía existe, ya que estoy segura que le hará sonreir”.
Con tan solo minutos de “posteada”, la fotografía provocó una explosión de completo delirio. Miles de comentarios invadieron las redes sociales de la chica responsable de apretar el gatillo de la cámara. Uno en particular, decía: “Para ser justos, #randomman (#hombrecualquiera) tampoco tenía ni idea qué eran los #randomyoungthings (#jóvenescosascualquiera) @Zoella. Hermosa foto, por cierto”. Este comentario vino de Polly Samson, la esposa de David Gilmour, el hombre retratado con su perro, y leyenda y guitarrista de la agrupación Pink Floyd. Otro comentario de algún consternado desconocido decía: “jajaja, ella no sabía que este ‘hombre cualquiera’ sería recordado por los próximos 500 años ”.
Y mientras escucho ‘Shine on you crazy diamond’, pieza que décadas atrás, Gilmour le compondría, junto con Roger Waters a su amigo Syd Barrett, todo ese oleaje de sonidos homenajeando a aquel genio que se perdería para siempre en la oscuridad de la locura, siento que no puedo quitarle de encima los ojos a esa fotografía, a ese instante en donde todo parece como salido de una caja de recuerdos.