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Noches

Desnudarse de uno mismo bajo el cielo de una noche bañada de estrellas, dejar que los pensamientos fluyan y los sueños naveguen por el espacio sideral, o tener un diálogo de voces interiores con la luna, es una invitación a la vida. Los trajines del día que nos llevan siempre corriendo a todas partes y a ninguna, no nos dan apenas tiempo  y queda ahogado lo mejor que hay en nosotros, lo más auténtico. Esa paz necesaria que no solemos encontrar antes de la cena, se nos brinda como una flor que se abre al llegar la noche, suavemente, silenciosa…  embriagándonos con su perfume. Algunas veces alguien todavía no tiene sueño y aprovecha el momento para apagar la televisión y dirigir sus ojos al cielo, como ellas:

 

Ella, que ha extendido sus sábanas sobre el colchón de la tierra y abandona las paredes de su habitación para elevar su mirada más allá de un techo de ladrillo. Es una noche tan dulce, el frio está tan lejos, que sobra cualquier vestidura. Parece que de esta manera, uno está más en contacto con la naturaleza.

 

Ella, que está tan contenta que le brota la euforia y no puede dormir. No quiere dormir. Son tantas cosas buenas las que le han sucedido en ese día, o quizás una sola cosa pero, ¡tan grande, tan fantástica!, que necesita desmenuzar cada instante y revivirlo. Sólo existe una solución posible, la de bailar y dar saltos sobre la luna.

 

Ella, que ha sido invadida por miles de pensamientos, por cientos de ideas que ante la duda se solapan sin darle el merecido descanso, y espera pacientemente a que la luna responda.

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Mª Jesús Campos García

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