Bebo una cerveza pilsener de las montañas Catskills en la terraza del Adirondack, la taberna de mi barrio brooklyniano, mientras un sol radiante de luz cálida comienza a descender en el horizonte. Por la acera caminan parejas de la mano, bohemios de mirada alucinada, padres con sus niños, chiquillas correlonas, chamaquitos juguetones.
Continúo leyendo a gusto el poemario Vagas e Lumes del mozambiqueño Mia Couto. Esta tarde me cautiva «A Prenda«, sobre un regalo que recibe una niña. El regalo es sencillo, lo maravilloso para la chiquita es su significado, expresado a través de la mirada amorosa de quien se lo otorga:
O que lhe ofereciam
era a divina graça de inventar.
Um talento
para não ter nada.
Mas um dom
para ser tudo.
(¡Qué valioso regalo! La divina gracia de inventar. Un talento para no tener nada. Mas el don para ser todo).
Cierro el poemario y me quedan pululando en el pensamiento esos versos finales. Me conmueven. No tener, ser. Eso quiero yo.
Hay muchas formas en las cuales es difícil no tener nada y ser todo. La vida material es un ejemplo obvio: buena parte de las personas se pasan la vida queriendo tener cosas y por ese deseo dejan de ser libres.
Henry David Thoreau, en su libro Walden, la vida en los bosques, me ha ayudado a meditar sobre esto. En el capítulo sobre “Economía” escribe que hay una transacción entre los fines vitales que uno persigue y la cantidad de vida que debe invertir en perseguirlos. Es decir, si querés millones en el banco, vas a tener que pasarte la vida en tus empresas. Si querés poesía, será mejor andar por los bosques. Si querés amistad, buscá a tus amigos para salir a caminar juntos. Por ello Thoreau recomienda que “cuando hayás obtenido lo necesario para sobrevivir, hay una mejor alternativa que obtener lo superfluo: aventurarte a vivir”.
Lo que me impacta del poema de Couto, por su parte, es que me lleva a pensar en las personas y el amor. Una persona le regala a una niña su mirada amorosa y libertad creativa. A veces, en cambio, cuando una persona quiere a otra, siente un impulso por tenerla y por ello deja de ser libre y amorosa.
Yo quisiera ser amoroso y no tener a nadie. Las personas que estén a mi lado, que lo estén porque libremente lo escogen, convencidas de ello en su ser más profundo. Así como yo quiero estar con quienes yo libremente escoja, convencido hasta el tuétano de mi ser, para crear caminos e inventar vidas juntos.
Mientras pondero el poema, observo a los chamaquitos de nuevo. Corren por mi barrio juntos e inventan juegos porque les nace. La espontaneidad creativa y el amor lúdico fluyen desde lo profundo de su ser.