No ficción sobre un problema crónico

A la memoria de Patricia Henríquez Torres

«En Chile los que tienen plata no tienen problemas con la justicia».


Patricia Henríquez Torres murió atropellada la madrugada del 14 de marzo de 2017, en la ciudad de Viña del Mar, Chile. Fue víctima de un conductor borracho de 31 o 33 años, hay imprecisión sobre su edad, quien arrancó de la calle Von Schroeders —donde se ocasionó el impacto— sin prestarle ayuda. El registro de una cámara de seguridad de un hostel del sector posibilitó la detención del conductor, que iba al volante con 2,13 gramos de alcohol por litro de sangre. No fueron pocos los medios periodísticos que cubrieron la noticia de este atropello fatal, haciendo mención en los títulos a la profesión del victimario, dentista, y al oficio de la víctima, cartonera.

Patricia Henríquez Torres transitaba sobre su triciclo junto a su pareja en la búsqueda de cartones, en lo que era el fin de su jornada de trabajo. El victimario había estado bebiendo después de una «intensa jornada laboral» y según explicó la defensa: sufría una depresión severa.

Patricia Henríquez Torres no merecía morir así, es lo primero que pienso cuando me entero de la noticia, y es que nadie merece morir así; más allá de las interpretaciones sociales que haya en el hecho de que un dentista le provoque la muerte a una cartonera. Digo esto porque es algo que se fomentó en algunas de las informaciones de los medios que cubrieron la tragedia, lo que generó —como siempre— airadas reacciones entre los lectores. Para ser más directo, en la sección de comentarios de uno de los medios hubo una discusión estúpida sobre si el victimario era médico o dentista, ante la confusión de los datos. La víctima seguía siendo «la víctima» mientras algunos de los usuarios/lectores de la web, ironizaban con el hecho de por qué había arrancado si en Chile los que tienen plata no tienen problemas con la justicia.

Patricia Henríquez Torres, me propuse escribir este texto y comenzar cada párrafo con tu nombre, porque la memoria es frágil en este país y en América Latina, y seguramente todos los que supieron de tu trágica muerte te olvidaron, a excepción de tus familiares y amigos desde luego. Y es que motivos para olvidarte tuvieron: la selección chilena jugando una doble fecha eliminatoria, una marcha gigante contra las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), un loco que lanzó a un perro desde un piso 25 en Santiago Centro, los problemas que van y vienen en Venezuela, el análisis de los dos primeros meses de Donald Trump y un sinfín de cosas.

Patricia Henríquez Torres me recuerda a tantas otras víctimas anónimas y a sus familiares, que sufren con el paso de las semanas, el olvido y la no justicia. Me hace pensar y repensar en el sufrimiento por la muerte de uno de los nuestros, y de ver cómo el mundo se sigue moviendo con cosas que nos parecen secundarias ante nuestro dolor.

Patricia Henríquez Torres me recuerda que la relación entre los medios de comunicación y la gente que se informa, está cada vez más alterada por la escasez de empatía, por la burla, por el odio y por el ocio.

Patricia Henríquez Torres: quizás te gustaba el fútbol y podrías haber estado junto a tu pareja viendo esos partidos de la selección, probablemente no hubieras sido indiferente a esa marcha contra las AFP, de igual modo ante el cruel asesinato del perro. Y tal vez hubieras tenido curiosidad por las noticias de los dos primeros meses de Trump en el poder, como la tuvo mucha gente en Chile y en el mundo. Pero nunca lo sabremos. Así como tampoco sabremos tu historia. Cuándo naciste, dónde naciste, cómo era tu jornada de trabajo y cómo fue ese día fatal en que te encontraste con una muerte injusta, por culpa de un conductor borracho.

Patricia Henríquez Torres, voy a escribir tu nombre una vez más: Patricia Henríquez Torres, para que no se nos olvide que tu muerte no nos es indiferente, y rogar que de alguna vez por todas se acaben estas malas noticias. Y si no se acaban, que al menos recuperemos un poco la empatía, para que ese 14 de marzo de 2017 le sea contingente todo el tiempo, a quien llegue a leer esta historia.

 

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