Nadar contra todo

Diana Nyad no nació para lo habitual. Su historia, llevada al cine en Nyad, no es solo la crónica de una hazaña deportiva, sino una meditación sobre la tenacidad, la vejez y la amistad. A los 64 años, Nyad decidió volver al mar para completar lo que había intentado tres décadas antes: nadar de Cuba a Florida sin jaula de tiburones, solo con su fuerza, su equipo y su rabia.

El debut en ficción de Jimmy Chin y Elizabeth Chai Vasarhelyi, conocidos por el documental Free Solo, adapta el testimonio autobiográfico de Nyad (Find a Way), y logra conservar ese pulso entre épica física y drama íntimo. Annette Bening encarna a la nadadora con una entrega total, sin maquillaje de vanidad ni adornos: su cuerpo se cansa, se arruga, se lastima. A su lado, Jodie Foster brilla como Bonnie Stoll, la entrenadora y mejor amiga que no solo mide mareas sino que sirve de ancla emocional. La química entre ambas actrices no es actuación: es electricidad.

Visualmente, Nyad destaca. Claudio Miranda, director de fotografía de Life of Pi, da a las escenas marítimas una belleza peligrosa. El mar no es solo escenario, sino personaje. Y Chin y Vasarhelyi lo filman con respeto casi reverencial: hay vértigo, hay silencio, hay una vastedad que recuerda lo pequeña que es la voluntad humana… y lo poderosa.

La película no se queda en el récord. También aborda temas más complejos: el abuso sexual que Nyad sufrió de joven, su carácter difícil, sus métodos cuestionables. Se muestra a una mujer que no cae bien a todos, y ahí radica parte de la fuerza del guion de Julia Cox: en presentar una protagonista que no busca gustar, sino ganar.

En efecto, la controversia sobre su nado –nunca ratificado oficialmente por la comunidad científica y eliminado del libro Guinness– aparece en segundo plano. Pero esa ambigüedad refuerza la idea central del filme: a veces, lo importante no es la validación externa, sino la interna. La hazaña de Nyad, aunque discutida, se convierte en símbolo de resistencia personal.

La actuación de Bening ha sido elogiada por su intensidad física y emocional. Foster, por su parte, ofrece uno de sus papeles más humanos: un personaje que equilibra el exceso de Nyad con paciencia, humor y dureza. Ambas fueron nominadas al Óscar, y la crítica las celebró por mostrar que los cuerpos de mujeres mayores no están fuera de combate, sino llenos de historias aún por contar.

Nyad evita el melodrama y el cliché del biopic motivacional. En su lugar, construye una narrativa sólida, con ritmo, tensión y emoción genuina. La música de Alexandre Desplat subraya sin empujar, y el montaje sabe cuándo sumergirnos en el mar y cuándo sacarnos a respirar.

Nyad no es solo una película sobre nadar. Es una parábola sobre volver a intentar lo que el mundo cree que ya no puedes. Un recordatorio de que la edad no es el fin de la ambición, ni la fatiga el fin del coraje. Nyad se lanza al agua no para probarle algo a los demás, sino a sí misma. Y en el camino, nos recuerda a todos que nunca es tarde para lanzarse al mar.

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