Conocí a Alex Heny, (su apellido está compuesto por las siglas de “havanero en New York”) de manera internáutica, como se entablan tantas amistades en el nuevo milenio. Un día, buscando una receta de cocina cubana, encontré por casualidad su blog. Para los que quieran darse un paseo por allí, que se los recomiendo, ésta es la dirección: http://havaneroenny.blogspot.com.
Ya metida en lo que su autor describe como “un blog opinionero,” comencé a husmear y no he dejado de visitarlo desde entonces. Sus artículos y cuentos me hacen pasar muy buenos ratos. El estilo de Alex Heny está empapado de sandunga cubana, no importa si está dándoles carrilla a los candidatos presidenciales o ensartando una historia en la que la ficción se confunde con los recovecos de la verdad. De modo que es una alegría saber que se ha decidido a lanzarse de la pantalla a la página, a dar el salto cuántico que significa publicar un volumen de cuentos que compartirá con el mundo no virtual. Aunque espero, por supuesto, que haya en algún momento una edición en Kindle.
Monólogo para una señora de buenas tetas y otros relatos se abre con “Frío,” un cuento ardiente con reminiscencias de Jack London. Es el monólogo de un estudiante cubano internado en un país europeo, donde ve caer la nieve por primera vez. El país, asume el curioso lector, pertenece al ex campo socialista. No se entera el curioso de cuál es, pero tampoco importa. Lo que hace al caso es la aventura friolenta y erótica del cubano en tierras de hielo.
En “Diez pesos” la neurosis del período especial se ceba en el protagonista, Cucaracho Martín que con diez pesos convertibles se pregunta qué comprar en hambreada La Habana de los noventa. “Puerco a las tres de la madrugada” nos remite a la misma época, cuando en Cuba se criaban cerdos para suplir la cuota de la libreta y complementar al picadillo de soya, el fricandel y otras atrocidades alimenticias. La narración está entreverada con una veta erótica que es la marca de fábrica del autor.
El cuento que da título al libro tiene su sal y su pimienta. Si te gustaron Cincuentas Sombras de Grey, te sentirás muy a gusto con esta versión supersized y cubanonga hasta la médula. “Trauma” explora la pesadilla de los cubanos que no viven en Cojímar, ni en Cuba. A algunos se nos pierden, en los sueños, el pasaporte. Otros pierden la dirección. “Biografía,” mi relato favorito hasta que leí “Historia de maletines,” es impactante por el principio y por el fin. No digo más para no echar a perder el efecto.
“Historia de maletines,” al que me refería, merece su propia novela, que espero leer un día. El protagonista, poster child de la generación de los sesenta, salta de albergues a aeropuertos hasta posarse con el maletín de “lona negra y discretos herrajes de aluminio anodizado,” en la tierra que le da abrigo.
“Llueve en La Habana” es un aguacero de nostalgia (nostalgia de recuerdos, no de ganas de regresar) para cualquier habanero de pura cepa: un recorrido en la ruta 37 hasta el Túnel de Línea y más allá, amenizado con música de Carlos Varela. Broche de oro para un excelente libro.
Que a este primer volumen sigan otros (muchos más) de quien se firma Havanero en New York. Enhorabuena.