Misericordia, de Lidia Jorge

     ¿Qué es lo que más miedo te da sobre envejecer? Fue una de las preguntas que les hice a las integrantes del club antes de comenzar a comentar nuestro libro de abril, Misericordia, de la escritora portuguesa Lídia Jorge. Depender de los demás, perder la memoria, no poder valerme por mí misma, cambiar mi manera de ser, no poder moverme, que los demás me traten diferente. Esas fueron algunas de las respuestas.

     La siguiente pregunta fue si el libro había cambiado algunas de nuestras ideas sobre la vejez. “Creo que a veces he sido cruel”, dijo una de las miembros del club. “Reconozco que he juzgado a colegas por no jubilarse. Sé que un día estaré ahí. El libro me hizo pensar en eso.” “Tuve sentimientos encontrados con esta lectura,” comentó otra. “Mi padre tiene Alzheimer, y es curioso, porque fue una de esas personas que hizo todo bien: hacer ejercicio, comer saludable, mantener un buen peso.”

     Pero quizá la vida no se termina con la juventud, pensamos. Si algo nos enseña Misericordia, es que la experiencia humana —aunque dolorosa— merece vivirse completa. No desde un optimismo superficial que exige ignorar el sufrimiento o encontrar sentido en todo a fuerza de frases motivacionales, sino desde un lugar más honesto: ese en el que las grandes cosas —los hombres poderosos, los noticieros, los grandes acontecimientos— dejan de importar, y en su lugar se vuelve a los pequeños gestos, a las muestras de afecto, a guardar el secreto de una amiga, a valorar una nota escrita por alguien a quien amamos.

     Eso es lo que aprendí de Doña Alberti, la protagonista de esta historia que me hizo cambiar mi perspectiva sobre la vejez. Me hizo ver que vivir muchos años también puede ser un privilegio, incluso si no se vive con la fuerza de un roble, como exige esta sociedad y esta economía que valoran en exceso el cuerpo sano. Una sociedad que interpreta cualquier limitación física o mental como una condena que solo queda aceptar con resignación… hasta que la muerte nos separe.

     Yo también, como aquella participante del club, a veces he sido cruel con la gente mayor. Y junto con todas las que formamos Leer para Cambiar, me pregunto por qué nos cuesta tanto reconciliarnos con la idea de que la vida es un ciclo, en vez de una línea recta hacia el progreso. Pienso que es porque es duro necesitar a los demás. Pero el libro lo deja claro: la vida en la vejez no carece de belleza.

     Esa es una de las transformaciones más conmovedoras que deja esta lectura, protagonizada por una mujer que ronda los noventa años (o más, nunca sabemos con certeza). Una mujer que pasa noches de insomnio, atormentada por olvidar cosas que alguna vez fueron evidentes. Una mujer en silla de ruedas que, como una niña pequeña, necesita ayuda para ir al baño, para comer, para lo más básico. Y que, aun así, conserva un mundo interior riquísimo, lleno de preguntas sobre la vida y la amistad, aunque desde fuera todo parezca decadencia y rutina.

     La novela está inspirada en la madre de Lídia Jorge, una de las autoras más importantes de Portugal, reconocida por abordar momentos emblemáticos de la historia de su país, como la Revolución de los Claveles y las guerras en las colonias africanas. Ha ganado múltiples premios, entre ellos el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances en 2020.

     La historia se desarrolla por completo en lo que alguna vez fue un hotel junto al mar y que ahora funciona como residencia de ancianos. Allí, como dice la narradora, las personas hacen cosas por penúltima o última vez. El lugar se nos presenta como una especie de exilio con reglas estrictas: los residentes no pueden salir. Sin embargo, dentro de ese encierro surgen historias de amor, conspiraciones, intentos revolucionarios por cambiar la situación, quejas por maltrato y también gestos de cuidado.

     La novela nos permite mirar, además, la vida de quienes trabajan en estos espacios. En Portugal, como en muchas otras partes de Europa y Estados Unidos, estos trabajos suelen estar a cargo de personas migrantes. En la historia aparecen cuidadoras y cuidadores brasileños, puertorriqueños, marroquíes, ucranianos, rumanos. Nos recuerda que muchas personas migrantes enfrentan condiciones laborales precarias, sin derechos, y que sus cuerpos sostienen economías que rara vez los reconocen. Especialmente las mujeres migrantes, relegadas a los márgenes, expuestas a múltiples discriminaciones, con pocas oportunidades de movilidad social.

     Misericordia también deja una huella clara del pasado colonial portugués, marcado por dinámicas de explotación que, de alguna manera, continúan vigentes. La novela sugiere que las viejas relaciones coloniales se manifiestan en las desigualdades del presente. Así, el envejecimiento de la población europea ha generado una creciente demanda de trabajadoras migrantes en el sector de los cuidados —muchas veces sin protección ni reconocimiento—, al tiempo que aumentan los discursos de odio promovidos por partidos de ultraderecha.

     Y sin embargo, en medio de todo esto, hay encuentros humanos. La protagonista es capaz de mirar a estas personas, y ellas la miran a ella. En su momento más vulnerable —cuando ha ensuciado su cama a medianoche— quienes la cuidan no la juzgan. Le muestran misericordia.

Misericordia
Lidia Jorge
Elefanta Editorial, 2024
420 páginas

LeerParaCambiar es una comunidad internacional de lectoras/es que nos reunimos una vez al mes a comentar un libro capaz de transformarnos. La reunión es por Zoom el primer jueves de cada mes a las 8:30 pm ET y 7:30 CT. Si te quieres unir manda un email a isabelibanez24@gmail.com o un mensaje en Instagram a @isabelibanez

 

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