La literatura en Miami es una manifestación artística con casi ningún sustento. Esto, en buena cuenta, se debe a que son pocos los escritores que viven en la ciudad y se consideran escritores de Miami. La mayoría escribe sus recuerdos sobre la patria lejana que dejaron atrás. Y es que resulta inevitable: a Miami se llega en avión, no se nace en ella; la ciudad nos adopta, no nos ve nacer.
No obstante, si nos tomamos la tarea de rebuscar entre los escaparates de la literatura local, encontraremos un registro de obras que vienen siguiendo una misma línea desde hace muchos años. Libros cuyas páginas son escenarios de crímenes, violencia, vicios, excesos, policías y ladrones.
Las primeras representaciones de este estilo noir aparecieron entre los años treinta y cuarenta, cuando esto era un pueblo angloparlante. Allí estaban Leslie Charteris y Brett Halliday, autores de thrillers hasta hoy muy vigentes, como The Saint –las aventuras de Simon Templar– y Blood on Biscayne Bay. Más adelante, con el Clash Culture de fines de los setenta e inicios de los ochenta, surgieron autores como Douglas Fairbairn y Charles Willford, con grandes novelas policiales que además enfocan el conflicto de sus historias en el descontento de los “americanos” frente a los “marielitos” invasores. Willford, incluso, creó la saga del detective privado Hoke Moseley, un conjunto de libros imprescindibles para los lectores del género negro. Y así, este tipo de obras no han dejado de producirse. Carl Hiaasen, por ejemplo, publica prácticamente cada dos años una de estas novelas ambientada en la ciudad; por las librerías circula Miami Noir, un libro de cuentos criminales bastante sugerente; hace unos meses, Charlie Smith publicó el libro Men in the Miami Hotels y Tom Wolfe, Back to Blood, ambos siguiendo el mismo camino que los anteriores. Los escritores de habla hispana también se han sumado a esta corriente. Hace algunos años Juan Carlos Castrillón publicó Nieve sobre Miami, una novela de violencia y tráfico de drogas que bien podría apuntar a ser un clásico de la literatura hispana miamera; Ernesto Morales Alpízar escribió Terror en Miami; Rosana Ubanell, con Volver a morir, corrió el telón de una serie detectivesca que promete varias publicaciones; Andrés Hernández Alende, en su novela El ocaso, que hace pocos meses le mereció la mención de finalista en el concurso Contacto Latino, creó al personaje Fernando Estrada, un detective privado que se mueve por los bajos fondos de la ciudad; y demás está presentar al reconocido autor Rodolfo Pérez Valero, ganador cinco veces del premio de cuento en la Semana Negra de Gijón.
La literatura, en cierta forma, es una manera de contar la realidad con algunos matices no ciertos, pero no inverosímiles. Y Miami, al parecer, muestra su lado más oscuro entre los narradores que deciden fundar sus ficciones aquí. Si bien vivimos en una ciudad camaleónica, que ha atravesado por muchas facetas, la literatura nos está mostrando que la ciudad siempre ha ido de la mano con la violencia y el crimen.