¿Cómo se vive la emigración en cuerpo, corazón y psique? ¿Qué sucede cuando la emigración es también diáspora? Memorias de la inconformidad de Mariza Bafile y Enrique Bravo (Sudaquia Editores, 2017) aborda estas cuestiones desde el caso venezolano a principios del siglo XXI.
Novela con matices de testimonio personal e histórico, cuenta la historia de Sophia y Alberto, pareja de amigos-amantes, colegas periodistas por muchos años en Caracas, que se han separado y comparten el dolor por el desmoronamiento político de su sociedad. Sophia se ha marchado a Italia, país de sus padres, mientras Alberto, obcecado en el arraigo como fin en sí mismo, se ha quedado en Caracas. Su intercambio de correspondencia, entre el 2012 y el 2014, nos revela su vivencia.
Las experiencias de Sophia son especialmente conmovedoras. En sus cartas a Alberto y en meditaciones al estilo de diario íntimo, cuenta los rastros psicosomáticos, afectivos e intelectuales de la emigración. La diáspora es un matiz relevante de este éxodo, ya que su hija también ha emigrado, a los Estados Unidos. Sophia la extraña y se recrimina a sí misma lo que ella juzga ser su historial de falencias como madre. Las familias con recursos que han podido emigrar, se han desgranado por el mundo, llevando a cuestas sus amores y dolores, preocupaciones, miedos y esperanzas.
La vivencia física y emocional y el pensamiento político se entremezclan en la vida de Sophia sin líneas de demarcación. La pérdida de la vida cotidiana, con sus placeres sensoriales y vínculos afectivos, y la derrota de sus ideales de izquierda democrática son inseparables en el trauma que ha sufrido. A través de su relación epistolar con Alberto, trata de mantener viva su relación con Venezuela y darle sentido y continuidad a su pasado, presente y futuro. En una de sus cartas a Alberto, revela por qué todos estos elementos tienen una relación tan estrecha para ella: “Nada seríamos sin nuestra historia, nada serían los países sin su historia (…) ¿Cómo podríamos sobrevivir a tanta barbarie sin el recuerdo de lo que fuimos, de nuestros sueños, nuestros aciertos y nuestros errores?” (p. 92). Historia personal y política son indivisibles.
Pero la historia y el pasado pueden ser una trampa sin salida. Alberto, asediado por la insensatez propia y ajena y autoflagelado por una conciencia inquisidora, moralista y represora (en contradicción con las ideas progresistas que profesa), está atrapado en una maraña de recriminaciones contra sí mismo, su pasado izquierdista y su sociedad. Sus disquisiciones agotan. Y quizá no logre construir un futuro. ¿Se librará de su amargura para actuar por un nuevo sentido del bien y la justicia? ¿Logrará reunirse con Sophia en Nueva York, donde ella ha recalado tras desilusionarse del populismo fascista en Italia? ¿Podrá amarla, ya que tanto escribe y pontifica sobre el amor? La tensión de la relación, su futuro incierto, se mantiene hasta la última página.
Pase lo que pase, Sophia se mostrará como una mujer vulnerable pero perseverante, comprometida con el bienestar propio y el de sus amigos, su familia, su red de venezolanos en la diáspora y su pueblo, a pesar de su sufrimiento.