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Marcha de la bronca

Cuando tensiones políticas y sociales se acumulan y amenazan con transformarse en actitudes violentas, diversas expresiones musicales ayudan a canalizar e inclusive a reforzar los discursos contestatarios. Marchas políticas en Latinoamérica generalmente involucran largas caminatas en las cuales los protestantes atraviesan lugares claves de la ciudad gritando o cantando mensajes alusivos a sus críticas. Estos lemas se repiten una y otra vez, y muchas veces se enuncian con tonadas que por su musicalidad fácil y contagiosa logran diseminarse de boca en boca muy rápidamente.

La experiencia de entonar estos lemas siguiendo un breve, pero muy efectivo contorno melódico y una secuencia rítmica especifica acarrea sensaciones compartidas de poder. Aquellos que han participado en este tipo de eventos y han cantado arengas pueden dar fe de dicha sensación tan visceral. Cuando los protestantes unen sus voces con energía y convicción, una suerte de vínculo íntimo se establece. El deseo de cantar estos mensajes para que se oigan en la ciudad y para despertar el pensamiento crítico de los ciudadanos, lleva a los protestantes a repetir las proclamas y a espolear sus gargantas hasta el límite de lo físico. Los puños y brazos se elevan en símbolo de desafío. Las actitudes jamás son pasivas, sino que casi siempre promueven un ímpetu físico que empuja a la gente hacia adelante, buscando formas de reconcentrar el poder que emerge de la presencia material de los cuerpos, para que las voces no sean vanas y se las lleve el viento.

Unir las voces y cantar estos lemas al unisón constituye en si una forma de poder político. Voces entretejidas y cargadas de fervor se complementan para reforzar la capacidad de acción cívica en los manifestantes. Solo considerando el hecho que este tipo de compenetración entre los participantes se da a través de sus cantos colectivos, podemos afirmar que, inclusive si el mensaje no llega a promover un cambio de actitud significativa en los gobernantes, la acción política se ha alcanzado efectivamente al producir el canto mismo. Cantar y marchar juntos constituyen acciones participativas que refuerzan la identidad cívica y promueven la solidaridad. Desde un punto de vista meramente sónico y físico, la conjunción de numerosas voces y movimientos corporales en el contexto de una marcha representa el inicio de un cumulo de energía encaminada hacia metas concretas, hacia la unidad y participación social. Este cumulo de energía no se difumina o pierde, sino que de alguna manera llega a permanecer en los cuerpos y mentes de los participantes como una memoria preciosa.

Las marchas de protesta son verdaderos eventos rituales donde la producción de sonido constituye quizás la más fuerte de las armas. Las voces deben ser potentes para hacer sentir el mensaje. Los pasos de los caminantes muchas veces resuenan contras las paredes y edificios produciendo efectos rítmicos que añaden dramatismo a las emociones, que ya de por si son exaltadas. Y esto se da porque las marchas de protestan presuponen rabia, indignación, violencia contenida, pero también esperanza, deseo de cambio y sobretodo fraternidad. Si colocamos este tipo de sentimientos en la imaginación creativa de un músico o compositor, lo que puede devenir es quizás la producción de una verdadera obra de arte. Porque la energía primigenia detrás de toda creación proviene precisamente de este tipo de sentimientos: rabia, esperanza, fraternidad, indignación. Cuando un músico comprometido con ciertas causas compone una obra, casi siempre lo hace guiado por emociones e ideas que son insoslayables, que no se pueden dejar a un lado por ser molestas o ilógicas, que requieren una atención inmediata y casi siempre tienen que ver con dilemas sociales o políticos. Este ímpetu apremiante confiere a la música sentido y peso. La hace trascendente y cautivadora.

En las marchas de protesta donde los cantos y proclamas abundan, sucede lo mismo, pero desde otra perspectiva. Los sentimientos de satisfacción se dan no por un goce estético necesariamente sino por el medio mismo que se utiliza para distribuir el mensaje político. Se canta colectivamente con potencia, determinación, solidaridad y fe en una misma causa. De esta forma, se promueve la unidad y la acción.

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