Un lugar muy fértil para la música contemporánea es España. De allí han salido discos buenísimos el 2021. Orgullosos de una rica tradición, desde sus raíces toman impulso para alcanzar un presente ecléctico, audaz y bastante libre. Allá el pasado se retroalimenta con el pop y las vanguardias. Verde Prato, Baixuco, Soleá Morente, Los Hermanos Cubero, El Madrileño, María Arnal i Marcés Bagel, Kiko Veneno, Niño de Elche son parte de esas sublimes experiencias. La lista podría ser más larga.
Hoy es inmanejable la cantidad de música fácilmente disponible. En diciembre Spotify reportó haber subido 41´652,086 canciones durante el 2021. Por eso la importancia de la crítica como filtros y guías. El boca a boca y comentarios en redes sociales siguen siendo los medios más fuertes para conocer música nueva, pero reducen mucho el universo. Algunos tenemos más curiosidad y disfrutamos el placer del descubrimiento. Pero quienes estamos atentos a esa gran cantidad de la música que sale durante el año, escuchamos cada vez menos los buenos discos viejos. A ellos hay que regresar siempre para ubicarse.
Pese a mi fascinación por la música española contemporánea, escucho pocas cosas cantadas en idioma castellano. Me distraen cuando trabajo o leo. Eso influye en que escuche más música tranquila, instrumental y en otros idiomas. El goce máximo es siempre un fin de semana para escuchar vinilos y CDs de una banda antigua, en un buen equipo de sonido, con un vaso en la mano. La experiencia es mucho más grata que la de escuchar música por streaming desde la laptop, el celular o esos parlantes portátiles de pobre fidelidad.
Esta lista, y sobre todo la playlist al final, tienen country, electrónica, hip-hop, folk, ambient, pop, salsa, post-punk, jazz y mezclas con sonidos de Turquía, Colombia, Niger, Brasil, Mali, España, Irlanda y Perú. Cada vez escucho menos rock. No es algo premeditado, aunque siempre habrá una presencia importante de bandas con vocación transgresora, que aumenta la posibilidad de huir de la música hiper estandarizada y hacer cable a tierra.
Estos son los discos que más me gustaron el 2021:
Low – “Hey What” : No hay bajo. Solo batería (a veces), guitarras (que a veces parecen teclados), teclados (que a veces parecen guitarras) y voces en armonías que rondan la expiación. Cuando lo escuché por la computadora apenas salió, parecía un disco visceral, que avanza cual raíces buscando agua sobre tierra árida. Era claustrofóbico, fantasmal, microscópico. Luego lo escuché en un disco compacto puesto en un buen equipo. La experiencia cambió. Se volvió un álbum cósmico, que se expande con el sonido avanzando por la materia oscura que llena el espacio. Es un viaje que se disfruta escuchando el disco completo y no canciones aisladas. Destacan contrastes como sonidos que saturan tipo una radio mal sintonizada y voces angelicales que arrullan purificando el aire. La belleza se estira hasta la distorsión y viceversa. No queda algo del slowcore que empezaron hace casi 30 años. El dúo de Minnesota sigue consolidando una discografía notable. Descomunal.
Mdou Moctar – “Afrique Victime” : Segundo discazo seguido que se manda el genial guitarrista de Niger. La instrumentación de su banda de rock le da fuerza al sentimiento nómade. Las desventuras de los tuaregs se cantan hasta el éxtasis y uno entra rápido al vórtice. Cuando la aceleración para, Mdou deja de tocar como Eddie Van Halen, su ídolo, para convertirse en un hipnótico trovador del desierto. De pronto sus canciones muestran además de romanticismo, una entrañable solidaridad humana.
Nick Cave & Warren Ellis – “Carnage” : Los Bad Seeds reducidos y minimalistas en pandemia. Este es un hermoso monumento a la soledad y el encierro. Solo se escucha un piano. Atrás con mucha discreción aparecen cuerdas, flautas y sintetizadores. Cave puede conmover hasta las lágrimas pese a cantar “Soy una Venus de Boticelli con pene / Montando una concha de abanico”
Baiuca – “Embruxo” : Música gallega futurista. Acá se muestran desde cantos flamencos hasta percusiones ancestrales que recuerdan la influencia africana en España. Esto no es fusión. Es evolución. House del Atlántico para bailar de noche en una fiesta que atraviesa la península hasta cruzar el Mediterráneo.
The Bug – “Fire” : Pareciera que el productor británico se ha imaginado tocando en un bar subterráneo en Jamaica, donde los parroquianos se esconden de zombis que pululan después de la destrucción nuclear. La vida sigue. Todo es humo y neblina mientras suena este álbum incendiario y oscuro, con un ritmo arrollador.
The Felice Brothers – “From Dreams to Dust” : Grabado en un templo construido a mediados del siglo XIX, la banda de los hermanos Felice hace un álbum en la dirección del Dylan de ´Blonde on Blonde´ pero que gira alrededor de la muerte. Las canciones tienen un glamur inusual para el grupo, pero calza perfecto con su perfil bajo y la fidelidad a sus raíces americanas.
Bicep – “Isles” : El dúo electrónico nor-irlandés deja la discoteca y graba un álbum para escuchar echado y con audífonos. Melancolía hecha a punta de coros angelicales y polirritmias aceleradas que saltan entre los oídos. Se puede ir a una fiesta tomando solo infusiones de valeriana y pasarla mejor que el resto.
Sons of Kemet – “Black to the Future” : El combo británico despacha otro álbum indispensable de jazz con actitud punk. A diferencia de su festiva placa anterior, esta vez la experiencia es densa. Acá no hay sensualidad ni desorden. Hay furia. Una postal de la desconcertante década que se inicia.
Verde Prato – “Kondaira Eder Hura” : Si la tecnología no evolucionaba y la edad media duraba 1500 años, así sonaría hoy la música sacra. Ana Arsuaga, ella sola, tiene más fuerza que un nutrido coro gregoriano. Canciones austeras y desconcertantes en idioma euskera, que mantienen una oreja en el pop.
Moritz von Oswald Trio, Heinrich Kobberling & Laurel Halo – “Dissent” : Un álbum donde el jazz, el dub y el post-rock se diluyen en un universo propio. Esta combinación forma atmósferas que no atraen. Esperan. Una vez que se cae en la red, lo que parecía algo relajante es en realidad tenso. Dejarse llevar por la tensión puede ser también placentero.
James Yorkston & The Second Hand Orchestra – “The Wide, Wide River” : Esto hubiese hecho Paul McCartney para los Beatles si escuchaba más folclore británico y grababa con una orquesta en Suecia sin George Martin. Música que reconforta.
Soleá Morente – “Aurora y Enrique” : Esta es la historia de amor de sus padres, la bailaora gitana Aurora Carbonell y el cantaor Enrique Morente. Un documental sonoro hecho en Granada, desde su habitación, con once canciones sobrias, elegantes y por ratos minimalista. Poesía.
Rhiannon Giddens (with Franceso Turrrisi) – “They´re calling me home” : Una estadounidense y un italiano, parejas en casa y en música, pasan la cuarentena en Dublín haciendo música celta, canciones de cuna, bluegrass etc. Estas son las naciones unidas filtradas por la voz de Giddens e instrumentos como gaitas, banjos y tambores congoleses.
María Arnal i Marcés Bagel – “Clamor” : Música tradicional española hecha en una dimensión paralela, donde la tecnología digital estaba disponible desde el Siglo XIX. El segundo álbum del dúo catalán encontró la máquina del tiempo.
Godspeed You! Black Emperor – “G_d´s Pee at STATE´S END!” : Para estos canadienses ya no importa la melodía. Menos el ritmo. Las guitarras llegan a ser duras, pero crean estados de ánimo que avanzan entre el recogimiento, la iluminación y la rabia.
Israel Nash – “Topaz” : Country texano para ser tocado en un estadio antes de caer la noche mientras se espera un concierto de Pink Floyd post-Waters. El sonido es el de una orquesta con los parlantes apuntando al cielo. Un vaquero gozando en Laurel Canyon de los 70s.
Jack Ingram, Miranda Lambert & Jon Randall – “The Marfa Tapes” : Tres amigos se juntaron a componer en un rancho del desierto en Texas y dejaron para el disco prácticamente las primeras tomas. El lado corta venas de los vaqueros es hermoso. Sobredosis de añoranza.
Semblanzas del río Guapi – “Voy pa allá” : En la región del Pacífico las niñas afrocolombianas aprenden a cantar con sus abuelas en una dinámica responsorial, con una entonadora y unas respondedoras. De ahí sale este álbum de folklore contemporáneo y protesta explícita.
Lindsey Buckingham – “Lindsey Buckingham” : Fleetwood Mac circa “Tusk” sin el resto de Fleetwood Mac. El pasado propio es pimpeado de modo compacto y emotivo. Gigante.
The Notwist – “Vertigo days”: Un viaje por Alemania a 30 centímetros del suelo. Electrónica con guitarras reposadas en plan Neu! y Radiohead post Kid A.
Sleaford Mods – “Spare Ribs” : Reproches furibundos de cuarentones con ritmo. Nos hacen mover el cuerpo mientras dicen que solo somos piezas intercambiables para el sistema
Debajo esta la playlist con las canciones lanzadas este año que más me gustan. Las primeras canciones son tranquilas. luego se aceleran, otras se ponen fuertes, más tarde tropicales y las últimas acaban diluyéndose en el espacio: