Esta lista en realidad debería llamarse “Los discos que más me gustaron hasta noviembre del 2014”. El motivo no es solo evitar esa costumbre tan soberbia de que una sola persona pretenda decidir qué es lo mejor del año, sino porque en diciembre todavía salen discos. Pero esta lista también podría llamarse “Mis discos favoritos escuchados en Spotify el 2014””. No voy a examinar acá la aplicación sueca para escuchar música en streaming, pero sí debo resumir sus ventajas y desventajas en relación a esta lista. Ya no compro más discos malos. Ahora escucho primero los discos en Spotify y solo si me gustan mucho los consigo luego. Por eso en el 2014 he escuchado muchos más lanzamientos de los que he conocido en años anteriores. Lo malo es que ahora escucho mucha música con la pobreza de sonido de una laptop o de parlantes baratos en la oficina. Mi querido buen equipo del auto y el de alta fidelidad de casa me sirven solo para escuchar discos antiguos, lo cual por otro lado hace mucho más grata la experiencia de retornar a los clásicos personales.
Esto es lo que más me ha gustado durante el 2014:
- THE WAR ON DRUGS
Imaginemos una realidad sin hip-hop, reggaetón, house, nu-metal ni latin-pop. El grunge tampoco existió en los 90s. Las radios nunca dejaron de pasar pop-rock, solo que este evolucionó en varias direcciones sin apartarse por completo de su esencia. Así es como aparece “Lost in the Dream”. Su exquisita personalidad pasa por avanzar a través de dos caminos aparentemente alejados uno del otro: Neil Young y Bruce Springsteen por un lado, A Flock of Seagulls y Prefab Sprout por otro. “Lost in the Dream” es un álbum de country-wave que pudo haber sido grabado en 1984 o en el 2024. La ruptura con su novia fue esencial para el espíritu de las canciones. Adam Granduciel acaba de hacer una obra maestra no a punta de lamentos, sino de ilusionarse con un mundo ideal donde todavía se pueda bailar mientras se dejan atrás las penas. Disco del año.
- DAVID KILGOUR AND THE HEAVY EIGHTS
The Byrds del Siglo XXI. Lennon haciendo las canciones del disco blanco si hubiese vivido en Manchester de fines de los 70s. Orange Juice y el primer REM. Por momentos Sonic Youth, Low y Pavement en clave pop. Ahora que resulta que la banda neozelandesa The Clean es la nueva joya perdida de las últimas décadas, escuchar el primer disco uno de sus cofundadores tocando con The Heavy Eights es repasar una larga tradición musical cuya capacidad de generar bienestar crece con cada escucha. Casi ya no se hacen discos así.
- LEE GAMBLE
Electrónica con el reverb al máximo. Uno pone “Koch” y siente que es una hormiga en medio de un hangar gigantesco donde por ratos sale un ritmo que te quita el miedo y te pone a bailar. Esto no es música para fiestas. Es una celebración para los que aprecian la belleza en medio de atmósferas oscuras y espectrales. Este productor londinese nos da la clave desde el título: entre de los jamaiquinos inmigrantes del Reino Unido, Koch significa relajo, descanso, darle una patada en el culo a los problemas y dejar que las cosas fluyan. Pero Koch es también la jerga usada para el momento en el que luego de fumarse un porro, la tensión del mundo real desaparece. Y Lee Gamble te lleva con este disco a un mundo de ensueño cibernético.
- EAST INDIA YOUTH
Este es el álbum de alguien pretencioso, que no tiene ataduras y se aleja todo lo que puede acercarlo a cualquier referente. Pero como igual debo reseñarlo, me imagino lo que sería The Antlers más electrónico y menos intenso, acercándose al Erasure de su corta etapa tripera circa 1995. Esto fue lo que le salió a William Doyle luego de que se encerró por las noches durante 3 años para programar desde su laptop dramas delicados y contenidos, a los que le añade su voz llena de luminosa reverberación. Dream-pop, acid-breaks y baladas con base microelectónica hacen de este debut algo único y sorprendente. Lo que se viene podría ser mejor aún.
- KING CREOSOTE
Kenny Anderson compuso estas canciones como soundtrack de un documental sobre imágenes antiguas de Escocia, para ser presentada en Juegos de la Commonwealth en Glasgow. Luego las canciones crecieron tanto que justificaron un álbum independiente al punto que estamos ante el mejor disco de Anderson. Esta no es la historia de Escocia, sino historias de escoceses cuyos dramas son musicalizados con canciones delicadas, llenas de cuerdas y pianos pero sin la pompa de la música clásica. Hermoso. Debe ser el frío, los paisajes desolados, la baja densidad poblacional, la geografía diversa pero amigable, la cerveza, el wisky, la buena música, no sé. Cuando escucho discos como este yo quiero ser escocés.
- MARISSA NADLER
Ambient-folk que relaja, conmueve y a veces escarapela. A pesar del hermetismo y abstracción de sus letras, Nadler se manda una catarsis que se despliega con todo en melodías extrañamente acogedoras. Se recomienda escuchar este álbum de madrugada, en invierno o los domingos por la tarde siempre que todo sea silencio. La clave es su voz espectral, como la de alguien que acaba de morir y cuyo espíritu empieza a salir de su cuerpo. La portada refleja la música: etérea, gris y delicada. Misticismo urbano.
- LEONARD COHEN
Algunos músicos a los 50 años son unos jubilados que viven de hacer covers de sí mismos y apelan al seguro de la nostalgia empaquetada. Leonard Cohen en cambio es de otra raza. No cambia la manera de cantar en los últimos años, pero sus discos tienen hasta ahora ese espíritu joven que no mira al pasado y empuja los límites del presente. A sus 80 años el tío, con mucha calma, sigue creando pequeños universos que construye cantando rodeado de bellas mujeres que lo abanican mientras le sirven vinos y frutas exóticas.
- SHARON VAN ETTEN
Apenas transcurrieron los primeros segundos del track inicial ya sabía que este sería uno de mis discos favoritos. La receta no es nueva. Una chica de voz dulce, piano, cuerdas, una discreta base rítmica electrónica. Pero las melodías son encantadoras y al mismo tiempo letales, como cuando le dice a su amante que si la deja se romperá las piernas. Lo paradójico es que sus canciones son para los oídos una caricia reconfortante. En el sub-género de estas flacas interesantes, acaba de salir un álbum que apunta para clásico contemporáneo.
- APHEX TWIN
Sus dos “Selected Ambient Work” son piezas centrales de la historia de la electrónica. Pero lo que hizo Richard D. James desde 1995 en adelante la verdad que nunca me gustó mucho. Desordenado, caótico, exasperante. Ya no esperaba más de él. De pronto sale “Syro” y sintentiza 30 años de creatividad, fusionando cada uno de las variantes usadas en sus discos anteriores, como piezas de un lego con las que arma una vez más una dimensión propia. “Syro” es hasta ahora el álbum más accesible de Aphex Twin, donde los sonidos saltan, aparecen y desparecen, con permanentes giros ambient y ritmos dance que me hacen sentir que el futuro es circular y quien hace girar la rueda del tiempo es este barbudo que cuando nadie lo ve se caga de risa solo.
- BEN GLOVER
A pesar de su aparente simpleza y repetición, el country no deja de emocionarme. Ben Glover no se sale de los límites del género, pero se pasea por sus bordes con harmonías a lo Gram Parsons, toques de rock & roll discreto, alt-folk y una nostalgia que recarga el alma. Su original sonido viene de que Glover no es gringo, sino de Irlanda del Norte. Algo celta se coló por ahí y es lo que hace de “Atlantic” un álbum que da ganas de poner y repetir seguido.
Mis menciones honrosas van para Angel Olsen, Bremen, The Bug, Ema, Fennesz, Sleaford Mods, Future Islands, Holy Family, Owen Pallet, Lee Ann Womack, The Antlers, Mac de Marco, St. Vincent, Timber Timbre, Joakim, Martyn, Eno-Hyde, The New Pornographers, Beck, Swans y Willie Nelson. No he escuchado bien aún los discos de Caribou, Elbow, Tricky, The Black Keys, FKA twigs, Ty Segall, Ian William Craig, Interpol, Pixies, Pink Mountaintops, Spoon, Andy Stott ni TV on The Radio. Por eso en un par de meses esta lista podría ser finalmente otra (Mario Reggiardo).