El Héroe Discreto
Mario Vargas Llosa
Alfaguara
383 pp
Después que se otorga un premio Nobel de literatura a un escritor, es inevitable que la crítica y los lectores en general lo encumbren de tal manera que se espere que cualquier cosa salida de su pluma sea indiscutiblemente una obra maestra de la Literatura. Olvidamos muchas veces que estos premios se otorgan a trayectorias reconocidas y no a obras especificas, y, como es el caso de Vargas Llosa, imaginamos que cuando el jurado del Premio Nobel se fijó en la suya, de seguro no prestó mucha atención a obras como Travesuras de la Niña Mala, y sí a otras como La Casa Verde, La Ciudad y los Perros y Conversación en la Catedral.
Así pues, en la trayectoria de Vargas Llosa también se inscribe ahora esta novela El héroe discreto, que se hace guiños con las obras de Baltasar Gracián, publicadas a mediados del siglo XVII, “El Héroe” y “El Discreto”, y que buscaban establecer las virtudes y cualidades morales que debía tener quien quisiera ser reconocido por sus valores entre sus semejantes. La de Vargas Llosa es una novela ligera sobre gente buena, gente bien intencionada, esa gente del común que llevan su vida apegados a buenos valores como la honestidad, la humildad y la amistad. Es decir, una novela que, en estos tiempos de furia alrededor de “Breaking Bad”, a nadie le interesa leer.
Como bien comenta el propio autor, la trama principal está inspirada en un hecho real: un comerciante del interior de Perú que publica un aviso en la prensa negándose a pagar una “coima” a ciertas mafias a riesgo de perder su negocio o de que algo malo le pase a algún ser querido. Ese es Felicito Yanaque: el típico perfil de hombre humilde que no desea fama sino hacer respetar su dignidad siguiendo las enseñanzas de su padre. Un hombre bueno, pues.
En paralelo se narra también una aventura más de un ya conocido personaje de Vargas Llosa, Don Rigoberto, quien también, movido por la amistad que lo une a Ismael Carrera, se enfrenta a ciertas amenazas y abusos de parte de “las hienas”, los hijos de Carrera. (Echa mano también Vargas Llosa del teniente Lituma, protagonista de Lituma en Los Andes y personaje recurrente, encargado en El Héroe Discreto de ayudar a resolver el misterio de las amenazas contra Felicito).
Esta es una novela que no exige más al lector que la disposición a leer y entretenerse con un par de historias, por demás muy bien contadas, que marcan también un regreso del autor a los paisajes peruanos, y que nos ofrecen una crónica bastante contemporánea de Lima y de la provincia peruana, con sus usos y costumbres.
Bien contada porque, aun cuando se trate de una historia simple, sobre un tema poco complejo, no por ello estamos ante un escrito de poca calidad literaria (aunque los que quieran obras maestras de este premio Nobel se hayan quedado con las ganas). Vargas Llosa nos hace saltar de escenario y diálogo en un mismo párrafo con mucha habilidad y con toques de buen humor. Del mismo modo en que nos imaginamos los diálogos cuando alguien nos los cuenta, pero sin separarnos del tiempo presente de la conversación principal. Esto, y por supuesto el manejo del suspenso entre capítulos, no nos deja cerrar el libro.
Además, le inyecta ese tipo de humor cotidiano: las chanzas entre los policías, el personaje de la coqueta secretaria de Felicito y hasta el escabroso tema del amigo imaginario de Fonchito que cierra la novela con un toque de humor, sencillo y plano. Como la vida.
Este libro es un “Vargas Llosa para llevar”: no se lo pierda, no se va a arrepentir. Aunque probablemente no se convierta en su título favorito.