Si alguna vez tuviésemos que preguntarnos, quien comenzó a escribir la Novela con las técnicas que hoy se utilizan, tendríamos que concederle ese privilegio de padre y pionero, al irlandés James Joyce (1882-1941), un dublinés inconforme a fondo y sacrificado por lo que fue su vocación, la Literatura. Inmigrante a morir, muy joven, se desplaza a Francia e Italia y otros países de Europa, siempre buscando un lugar menos anodino en sus valores y costumbres para vivir y para lograr publicar sus obras lo cual no le fue nada fácil.
Y la suerte le sonríe cuando conoce al poeta norteamericano Ezra Pound, en 1913 y este al interesarse en su obra le ayuda a publicar uno de sus libros hoy más populares: El retrato del artista adolescente. El protagonista Stephen Dedalos, alter ego del autor, construirá su vida como si se tratara de la creación de una obra de arte, al estilo ético de Michel Foucault, concepto que el pensador francés décadas más tarde propusiera como un imperativo existencial válido para darle sentido a la vida.
Joyce tiene también en su haber el estupendo trabajo que realizó sobre una técnica apasionante en la literatura: La Epifanía. Se trata de hacer emerger del fondo del personaje un sentimiento revelador de una verdad escondida. Se trata de un darse cuenta de modo repentino de algo que cambiará su vida para siempre. Normalmente es una verdad nueva y conmovedora que le da un viraje total al ser del personaje. Estas Epifanías las desarrolla, particularmente en sus cuentos cortos editados con el título de Dublineses (1914), sugestivas narraciones de un realismo de nuevo tipo que se pueden leer en un par de horas.
Pero la obra fundamental de este rebelde escritor de formación jesuita, admirador de Aristóteles, de Dante, de Tomás de Aquino, es decir centrado en la cultura de Occidente, es su novela Ulises (1922), retrato patético de un Dublín gris y de una humanidad del mismo color. Leopold Bloom y su mujer Molly Bloom serán los personajes principales encargados de transportarnos en su odisea existencial en 24 horas por los principales mitos y símbolos de la cultura de Occidente. Allí se hermana con el Ulises homérico y recrea los mitos que la Odisea elabora. Allí desarrolla a fondo sus novedosas técnicas, abandona el manejo del tiempo lineal de la novela hasta entonces vigente; le da vida también a sus personajes a través de sus famosos monólogos interiores y el torrente incontenible de un fluir de conciencia desbocado y justiciero; de una descarga emotiva que, entre otra características, elevó estéticamente dentro de esa forma y a partir de personajes que se narran a sí mismos, los conceptos de obscenidad y vulgaridad a un nivel de aceptación literaria, dada la necesaria comprensión de que dichas expresiones verbales constituyen el desagüe y el desahogo erótico y existencial de un ser humano humillado y ofendido. Dicho fenómeno verbal es como un río de sentimientos aflorados que constituyen un discurrir arbitrario del inconsciente (Ver cartas eróticas de James Joyce a su esposa). En adelante, el uso de este tipo de vocabulario duro y seco, áspero y directo definitivamente influenciará a los nuevos escritores, consolidando un nuevo modo de escribir, donde “lo oscuro” tiene un espacio verbal para escapar y mostrarse en la superficie. Es el ejercicio de una estética profunda donde el lenguaje libera la conciencia y abofetea una moral cimentada en la prohibición y la culpa. Con algunos de estos basamentos Joyce construirá e interpretará en la literatura un nuevo momento histórico, el de la Modernidad. El de la permisividad y la tolerancia. El del caos y la desesperanza. El fin de la utopía.
El manejo del tiempo en la novela, quizás sea una de sus innovaciones más importantes para la historia de la literatura de todos los tiempos, según lo afirma Milan Kundera en su ensayo El arte de la novela (1960). Si con Marcel Proust En busca del tiempo perdido (1913-1927 ), la novela se centra y se apropia del tiempo pasado, en la memoria, en el ayer; y con la literatura de Franz Kafka el tiempo se nutre de un sabor de inquietud e incertidumbre centrado en la anticipación de un futuro de abatimiento y absoluta debilidad; en la obra joyciana y en particular en el Ulises, el tiempo cíclico y de un presente continuo, vertical estacionario, nos fija y nos ata, alejándonos de cualquier pasado, y de todo futuro. En efecto, toda la acción de la novela transcurre en 24 horas de un presente aplastante y fulminante, donde la vida toda de los protagonistas se vacía en su totalidad.
De otra parte, Joyce logra en su proceso transformador y experimental de las técnicas y filosofía de la novela llegar hasta un punto límite en donde el lenguaje por sí mismo se convierte en personaje dejando atrás a los demás protagonistas. Muestra de ello es su último libro Finnegans wake (1939) de muy difícil traducción al español ya que la propia obra en inglés involucra palabras y formas lingüísticas de más de sesenta idiomas lo cual lo hace ininteligible para lectores no especializados.
Inmigrante rebelde, James Joyce, vivió y luchó por lo que consideró importante, sufrió y padeció la escasez económica, la incomprensión de sus contemporáneos, pero cumplió a mares sus metas de orientar y señalar el cauce de una nueva literatura, sin tapujos, sin dobleces, sin temas tabú, tal como quiso que fuera el espíritu de la humanidad: que se mirara a sí misma cara a cara en su dolor y en su alegría, única forma de ser auténticos.