¿Qué concepción del arte se esconde detrás de los discursos de aceptación de los premios Nobel de literatura?
En 1946 las llamas se están extinguiendo. Ha terminado la Segunda Guerra Mundial. ¿Quién recibe el premio Nobel de literatura? El alemán naturalizado suizo Hermann Hesse, un pacifista. El dogmatismo religioso y la espiritualidad se hicieron presente por igual en su infancia: su padre era historiador de la iglesia y su madre hija de misioneros. El destino del joven Hermann era claro: sería cura. Pero se rebeló y escapó; fue aprendiz de librero y de relojero. Fue un lector voraz. El éxito de su primera novela, Peter Camenzind (1904), le significó un éxito literario importante y desde ese momento pudo vivir de su literatura. La Primera Guerra Mundial trajo la primera crisis existencial para Hesse que fue duramente atacado por su postura pacifista en Alemania. Esto lo convenció del inexorable declive de la civilización occidental y produjo sus novelas más famosas, narraciones de profunda espiritualidad que sondean en el Oriente lo que Hesse no puede encontrar en Occidente: Demián (1919) —bildungsroman fuertemente influida por la simbología de Carl Jung, a quien Hesse conoció— y Siddhharta (1922) —famosa alegoría de fuerte impacto entre los adolescente ante la búsqueda del sentido de la existencia por parte de un brahmán hindú—. El lobo estepario (1927) es reflejo de su segunda crisis espiritual, cuando Hesse abandona a su segunda esposa y se siente alienado del mundo. La novela transita magistralmente por la brecha entre deseo y razón a través de un protagonista acosado por sus neurosis, cazado como si fuera un lobo. El juego de los abalorios (1943) quizá sea su novela más ambiciosa y en ella Hesse combina la novela utópica y de aprendizaje. Hesse continuó escribiendo poesía hasta su muerte. No pudo hacerse presente para la entrega del premio, pero mandó algunas palabras de aceptación. En ellas celebra la diversidad de razas, pueblos y lenguas y se declara enemigo de toda simplificación que siempre convoca, dice, a poderes oscuros. Sabias palabras para este siglo XXI. De algún modo, la lucha que identificaba Hesse en El lobo estepario continúa: “El hombre no es de ninguna manera un ser firme y duradero, es más bien un ensayo y una transición, no es otra cosa sino el puente estrecho y peligroso entre la naturaleza y el espíritu”.