La tendencia más novedosa de la educación en los Estados Unidos es la propagación de las escuelas charter. Desde que el estado de Minnesota aprobó la primera ley en el país autorizando su creación, en 1991, estas escuelas que se mantienen con fondos públicos pero son operadas independientemente han proliferado en Norteamérica con rapidez vertiginosa. Desde entonces, 41 estados y el Distrito de Columbia han dado luz verde a la formación de escuelas charter.
¿Cuál es la motivación del surgimiento de este tipo de centros alternativos de enseñanza? La explicación de sus partidarios es que ante la decadencia de las escuelas públicas, hacía falta un nuevo tipo de institución que estimulara el mejoramiento de los planteles tradicionales. Los defensores de las charter agitan como bandera el ya trillado argumento de que los estudiantes norteamericanos están a la zaga de sus colegas de Alemania y Japón. Pero estudios recientes han indicado que los estudiantes de niveles económicos más altos tienen mejor rendimiento que los menos afortunados, y que los alumnos de escuelas públicas situadas en distritos más pudientes no están por detrás de estudiantes de otros países. Lo cual demuestra que el problema no es la escuela pública, sino la pobreza. ¿Alguno de nuestros políticos tiene un plan viable para resolver este dilema?
Aunque el tema es objeto de debate, otros estudios (como el realizado por la Universidad de Stanford en 2009 u otro de la Universidad Estatal de Arizona) indican que el desempeño de las escuelas charter en general no es mejor que el de las escuelas públicas tradicionales. Y las acusaciones de corrupción y desvío de fondos en las escuelas charter deberían contener el entusiasmo de sus defensores y causar tal vez que la sociedad exija un mayor escrutinio de este tipo de escuelas alternativas mantenidas por los contribuyentes.
Es cierto que muchas escuelas públicas, sobre todo en zonas pobladas por personas de bajos ingresos y por minorías, no ofrecen la educación de mayor calidad. Pero esto se debe exclusivamente a una falta crónica de recursos. En vez de canalizar más fondos a estas escuelas necesitadas, los reformadores del sistema educativo buscan alternativas en las que los negocios privados desempeñen un importante papel.
Hay mucho dinero en juego. El costo de la educación pública en los Estados Unidos, del kindergarten al grado 12, supera los $500,000 millones al año. Hace tiempo que las corporaciones han advertido que el enorme sistema de educación pública de la nación es una mina de oro de la cual pueden sacar gran provecho si se aprueban las leyes pertinentes.
En la Florida, cuando el republicano Jeb Bush ocupaba el cargo de gobernador, primero se trató de conseguir que el estado creara un sistema de vales para costear la entrada masiva de estudiantes de menores ingresos en escuelas privadas, lo cual equivalía a un subsidio público (los vales) a negocios particulares (las escuelas privadas). Cuando los tribunales declararon que el sistema de vales era inconstitucional, las corporaciones y los políticos que trabajan a su favor se aparecieron con la estrategia de las escuelas charter.
En todo ese tiempo, los partidarios de la enseñanza privada no dejaron de afirmar que la educación y el bienestar de los niños eran la prioridad. Pero en realidad, lo que han hecho los políticos es someter a las escuelas públicas a un asedio despiadado mientras martirizan a sus estudiantes con pruebas estandarizadas (como el ahora desaparecido FCAT, pero al que sigue otra prueba igual o peor) de dudoso valor pedagógico.
Su objetivo es desacreditar el sistema de las escuelas públicas (un sistema que sí funciona, y que solo necesita más fondos en los distritos deficientes para mejorarlos). Su objetivo es privatizar la educación para beneficiar los intereses de un pequeño grupo de empresarios. No les importa asediar a los estudiantes, obligar a las escuelas públicas a cambiar su currículo y abrumar a los niños con tareas absurdas e imposibles que los dejan sin tiempo para actividades tan importantes en su desarrollo integral como jugar, practicar deportes, leer libros, pasear, dedicar tiempo a un hobby. Solo les interesa la educación como mina de oro. Las escuelas charter son la punta de lanza del intento de privatizar cada aula de la nación.