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La contundencia del desierto

Después del desierto. Antología del nuevo cuento regiomontano.


En algunas de las primeras mitologías, Dios era “El dios del desierto”. Lo menciono porque se me vino a la mente tras leer el epígrafe del prólogo, cita de Alfonso Reyes, escritor regiomontano casi primigenio (como entrando a esta “ciudad literaria regiomontana”, tras el título, es Reyes lo primero que se lee/ve del paisaje que el espacio/tiempo ofrece al contemplar dicha ciudad): “Cuando los creadores del desierto acaban su obra, irrumpe el espanto social”.

Espanto social que inicia con un cuento de Luis Aguilar que retrata cierta atracción a los héroes más cercanos al regiomontano (que disfruta de futbol todos los días (hay canchas hasta en el cauce seco del río Santa Catarina, el mismo que se desbordó y ahora sólo es un hilo de agua), rematándola con visitas los fines de semana a los estadios de los dos equipos locales): el futbolista, la tribu que sale a derrotar al contrario. Aunque baste esto para comenzar una reseña inclinada hacia un compendio que busque una descripción crítica del “ser regiomontano” a través de la literatura contemporánea, esta antología no es esa. No es el intento de An.Alfa.Beta, la editorial a cargo, retratar al individuo de Monterrey sino al trayecto recorrido del autor que, originario o no de esa ciudad, es ahí donde asienta las vertientes por donde discurrirán las temáticas de sus textos.

Quien lea Después del desierto se dará cuenta de lo moldeable que puede ser la arena. En la variada proliferación que encierra la aridez de un suelo donde esta ciudad se ha afincado, crece literatura que ya no debe presentarse como miembro de una geografía, crecen textos mucho más maduros dentro de su arte, que los vindicaría en libreros más universales.

Estos autores han asimilado su “espanto social” partiendo de una necesidad ante dicho espanto, y bien lo describe uno de los cuentos de la antología: “Acudimos a las palabras para no desmoronarnos del todo. Los silencios de ellas son contundentes”.

Con todo el contexto que esa gran ciudad tiene para ofrecer, para bien o para mal, esta antología ha logrado mostrar lo que, después de Reyes (ese dios del desierto regiomontano) sucede tras el espanto: abrevar en un delta cuyos recorridos no terminan por trazar sus cauces.

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