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La novela que es un país

Juan Gómez Bárcena ha obtenido con Kanada, su segunda novela, el “Premio de las Letras de Santander” en su tercera edición, así como el “Premio Cálamo ‘Otra Mirada 2017’.” Una novela de lectura imprescindible. 

Tras El cielo de Lima, su debut en la narrativa de largo aliento y Premio Ojo Crítico de Narrativa 2014, Juan Gómez Bárcena (Santander, España, 1984) ha escrito una novela narrada en segunda persona que echa mano a un lenguaje austero, despojado; una prosa que se acerca a la música en lo que respecta a la facilidad con que logra transmitir emociones y sensaciones.

La editorial Sexto Piso informa brevemente que “Kanada comienza donde la mayoría de las novelas de la Segunda Guerra Mundial terminan: con el fin del conflicto. Porque en 1945 se interrumpen las matanzas, pero se inicia otra tragedia: el imposible regreso a casa de millones de supervivientes. El protagonista de Kanada lo ha perdido todo. Sólo le queda su antigua residencia, un improvisado refugio en el que acabará encerrándose para protegerse de una amenaza indefinida. Rodeado por unos vecinos que tan pronto parecen sus salvadores como sus carceleros, emprenderá un viaje interior que lo llevará muy lejos, hasta el oscuro país de Kanada de donde afirma proceder.”

En Birkenau (o Auschwitz II), el mayor campo nazi de exterminio, hubo un sector denominado por los prisioneros «Kanada», especie de tierra de promisión (trabajos más livianos y mejor alimentación, entre otras “prerrogativas”) dentro del infierno nazi y origen del título de la novela. El protagonista de la historia ha logrado sobrevivir gracias a su ingreso a “Kanada”, y la novela narra cuanto sucede a partir de su liberación —que nunca llega a ser tal debido al estrés postraumático que padece— y de su regreso a la ciudad donde residiera: una Budapest innominada, casi fantasmal, en una Hungría aplastada por la bota del oso soviético y sacudida por los sucesivos acontecimientos políticos que la llevaron a la revolución de 1956. Hechos que en la novela aparecen narrados de manera indirecta (recurso que recuerda a la película El baile, de Ettore Scola, que abarca 50 años de la historia de Francia y en la cual el transcurso del tiempo es verificable en el cambio de los estilos musicales, en las tendencias de la moda y en determinadas situaciones no explícitas que el espectador asocia con determinado momento histórico) y que el lector curioso, ávido de una línea temporal, puede investigar por su cuenta para ilustrarse.

Gómez Bárcena ha manifestado el fastidio que le ocasiona la visión poco realista de un Auschwitz cuyos prisioneros estaban supuestamente “unidos por un espíritu de apoyo mutuo», no obstante el testimonio de quienes han vivido para contar lo contrario. Al igual que Gómez Bárcena, Primo Levi, sobreviviente de Auschwitz, exhibe en su libro Si esto es un hombre precisamente esa visión que choca con lo que podríamos llamar “el relato oficial.” También molesta a Gómez Bárcena lo que denomina “musealización y teatralización” del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, hecho que comprobó visitándolo y que inspiró la escritura de Kanada (aunque la novela no se circunscribe al nazismo sino que intenta, según su autor, criticar la represión y el control gubernamental sobre los ciudadanos). Al respecto, es muy explícito un pasaje de su novela: “(…) toneladas de zapatos, de gafas, de mechones de cabello, que turistas de otro tiempo contemplarán, están ya contemplando, fascinados por la grandeza de los verdugos y la insignificancia de sus víctimas” (página 167).

¿Qué música es la que «narra» la desesperanzada trama desplegada por Gómez Bárcena? Me animo a mencionar el minimalismo, y a uno de sus cultores más célebres: Philip Glass, aunque hay momentos en la novela en que la brutalidad irrumpe con espantosa crudeza, con furia desatada, hecho que, por contraste, golpea con más fuerza al lector al insertarse en una narración siempre contenida, balbuceante por momentos, donde la historia que se cuenta es siempre narrada de manera indirecta, arrancando al lector de su molicie y forzándolo a leer entre líneas, a ser parte activa en su escritura (más aun: la voz del narrador, en segunda persona, por momentos nos da la impresión de que nos habla a nosotros, los lectores, otorgándonos el doble rol de co-autores y personajes de Kanada). En esos momentos en que irrumpe lo brutal, la partitura de Gómez Bárcena es atravesada por el Krzysztof Penderecki del Lamento para las víctimas de Hiroshima o por el György Ligeti coral del Requiem: violentas cuñas sonoras anotadas en el pentagrama por esos dos músicos que no son sino avatares del autor irrumpiendo con estridencia. Gómez Bárcena ha compuesto una pieza de cámara, ejecutada por apenas un puñado de personajes centrales, en la que en todo momento las cuerdas de los violines están tensadas al límite y a punto de cortarse (de ahí la palabra stress, o estrés, según algunas fuentes).

El final de la novela, que echa mano a un recurso técnico-estilístico que recuerda al filme ruso Ven y mira de Elem Klimov, es estremecedor, y conmueve hasta los cimientos de nuestra humanidad; una humanidad que parece perdida para siempre en este siglo XXI tan lleno de despersonalización y de cháchara vacía; un siglo XXI que parece destinado a cometer los errores del pasado que Primo Levi quiso conjurar al contar su experiencia en Auschwitz. Gómez Bárcena ha dicho en un reportaje que la máxima aspiración en el oficio de escribir es “lograr que en el momento de cerrar nuestra novela, el lector se haya transformado en una persona distinta.” Si Kanada no nos conmueve, eso sólo puede significar que estamos irremediablemente perdidos, que nuestra humanidad nos ha abandonado para siempre. No es necesario que Kanada nos transforme en una persona distinta: valga su lectura como test para comprobar si aún continuamos siendo merecedores de la calificación de seres “humanos” (en el universo de Philip K. Dick, Kanada tendría su equivalente en el test de empatía de Voight-Kampff).

Kanada es la obra de la madurez que hubiese cabido esperar de Juan Gómez Bárcena dentro de dos décadas. Pero felizmente nos la ha regalado ahora, hoy, cuando su autor recién se apresta a transitar el “mezzo del cammin di nostra vita” (como escribiera el Dante a sus 35 años al inicio de la Commedia)Preparémonos para degustar sus futuras obras como quien se prepara para un exquisito festín: indudablemente lo será.

Kanada, de Juan Gómez Bárcena. Editorial Sexto Piso, México-España, 2017. 196 páginas. www.sextopiso.com

* Esteban Lozano: ganador del Premio Tristana de novela fantástica en su X edición por “Operación Madagascar”. www.menoscuarto.es/libro/operacion-madagascar

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