Si John Irving hoy tuviera 24 años no escribiría novelas. Una confesión dura de hacer a los 74 años y luego de haber escrito 14, algunas de ellas tan famosas y queridas como Las normas de la casa de la sidra, El mundo según Garp y El hotel New Hampshire. En su encuentro con los lectores en Coral Gables, el pasado 7 de junio, desde el principio Irving dejó ver cuál es su preocupación principal respecto del mundo de hoy: “Este es un tiempo muy duro para la palabra escrita”.
Le agradeció a los presentes por estar ahí y sobre todo por ser lectores. Pero la buena concurrencia en la peculiar sede del evento (la capilla de la Congregational United Church of Christ de Coral Gables) no debió tranquilizar mucho a Irving sobre el futuro de la palabra escrita, ya que el promedio de edad de los que supongo ávidos lectores no estaba muy lejos de la propia edad de Irving.
Sin embargo, Irving no ahondó en demasía sobre su preocupación, aunque yo concluyo que en mucho se debe a la vertiginosa velocidad de estos tiempos, tan perjudicial para la lectura atenta, profunda, nutritiva, pero también para la escritura, sobre todo si se escribe como Irving.
“Mi proceso es lento”
La primera oración que Irving escribe de una novela es la final. Luego, ahonda en el desenlace, termina el capítulo y continúa escribiendo hasta el comienzo de la novela, como si se tratara de un cangrejo novelista. En 14 novelas, nunca, dice Irving, la oración final ha cambiado.
Para poder escribir así, piensa uno, hay que tener mucha seguridad sobre la historia que se está contando, sobre cómo se llega a ese final que es principio del proceso. Irving contó que puede tardar hasta 10 años en comenzar un proyecto, pero que una vez que está listo para empezar entonces ya no se detiene. Por eso, necesariamente, siempre tiene varias cosas andando a la vez.
Su nueva novela, Avenue of Mysteries, por supuesto también pasó por ese proceso, cuando Irving se hizo a sí mismo la pregunta de si sería posible que un niño de un orfanato perteneciente a la iglesia católica le fuera entregado a una pareja de padres del mismo sexo. Buena parte de la historia se desarrolla en México y por eso Irving incluyó numerosas frases en español. Antes de comenzar a leer se disculpó con el público, ya que Miami es uno de los lugares de Estados Unidos donde más se debe cuidar la pronunciación del español. Y en efecto, en varias frases me costó entender lo que decía y era porque lo estaba diciendo en español.
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Irving señaló que no fue sino con su cuarta novela, El mundo según Garp, que pudo comenzar a vivir de su escritura, y que con la sexta, Las normas de la casa de la sidra, empezó a escribir a jornada completa, es decir, entre 7 y 8 horas diarias de trabajo. Asegura que por ese detalle, sus últimas nueve novelas están mejor construidas que las primeras cinco. No es mucho lo que se puede lograr, añadió, escribiendo 2 o 3 horas al día tres días a la semana en los momentos más productivos. Bueno, él logró El mundo según Garp. Confesó que le tiene un poco de rabia a esa novela, aunque sus razones son muy específicas.
El mundo según Garp es una novela sobre las consecuencias de odiar a otros por sus preferencias sexuales, y cuando Irving la escribió pensó que pronto se volvería obsoleta, una reliquia tras las luchas por los derechos civiles y la revolución sexual de las décadas de los 60 y 70. Pero la revolución sexual fracasó, muestra de ello es que El mundo según Garp sigue vigente y esa vigencia le da una enorme rabia a Irving. Se refirió con especial vehemencia a la que llamó la ley de los baños y mandó al carajo a los 11 estados que demandaron a la administración Obama por las directrices a las escuelas de garantizar a los estudiantes transgénero acceso a los baños correspondientes a su identidad sexual.
El cine según Irving
Irving dio lo que al menos para mí y la mayoría de los presentes fue toda una primicia (aunque según Wikipedia la noticia se sabe desde noviembre de 2015): está preparando una miniserie de El mundo según Garp para HBO. A los aplausos de emoción del público el escritor reaccionó diciendo que nunca se debe aplaudir por algo que todavía no ha sido hecho. Pero eso no le impidió hablar del proyecto, que tendrá una duración de cinco capítulos, una ventana suficientemente amplia como para que le atrayera involucrarse en algo así.
A Irving no le gustan las películas que debido a que el trayecto que se narra es muy largo se ven obligadas a usar varios actores de distintas edades para interpretar a los personajes. Esas películas se le caen, se le cae el mundo que están construyendo. Por eso nunca le convenció demasiado la versión cinematográfica de El mundo según Garp y por eso le ha dicho no a la mayoría de las propuestas que ha recibido para llevar a la pantalla sus novelas. Y de las que han llegado al cine, destaca Las normas de la casa de la sidra, de la cual fue guionista, donde hizo un pequeño e importante cambio: la historia que en el libro dura 15 años, en la película dura solo 18 meses, lo cual no solo permitió que Tobey Maguire fuera el protagonista durante todo el largometraje sino que se lograra ese momento final cuando el personaje regresa al orfanato y la mayor parte de los residentes del mismo lo reconocen y recuerdan. “Eso fue muy cinematográfico” dijo Irving.
Con una ovación cerrada de los presentes terminó la velada. Me fui con las ganas de ver pronto la miniserie de El mundo según Garp, pero sobre todo de sentarme a continuar escribiendo las dos novelas que tengo en preparación, aunque para ello deba no escuchar el consejo de Irving de no dedicarse al oficio de escribir novelas en esta época tan dura para la palabra escrita.