Antonio Brasileiro es el último álbum grabado por Antonio Carlos Jobim y fue lanzado sólo días después de su muerte en 1994. Un año después, el disco recibiría el Grammy al Best Latin Jazz Performance. Concebido orgánicamente como testamento de la imaginación inagotable del compositor brasilero, el álbum nos presenta una colección ecléctica de varias facetas creativas, las cuales nunca se repiten ni agobian. A pesar de haber recibido un manejo estratégico en el área de producción, especialmente con vistas a asegurar un éxito comercial, esto de ninguna manera compromete el alto nivel artístico de Antonio Brasileiro. El disco entrega la obra de un creador maduro y seguro de sí mismo, el cual sin embargo sabe cómo jugar con los sonidos y las texturas con inocencia infantil. Entre los quince cortes se puede escuchar las voces de Sting y Dori Caymmi, el bajo de Ron Carter, la inclusión de números en clave de swing y letras en portugués e inglés. Estos elementos le confieren al álbum un aura pop que sin duda colaboraron en forjar su éxito internacional.
Jobim pertenece a una reducida casta de compositores e intérpretes sudamericanos que durante la segunda mitad del siglo XX llevaron a cabo una alquimia radical de los sonidos populares de sus respectivos países. Músicos como Astor Piazzola y Chabuca Granda se nutrieron de los ritmos y melodías tradicionales de la música popular para construir discursos novedosos, apasionados y hasta cierto punto susceptibles de alcanzar popularidad masiva. Jobim logró esto mismo con su manejo exquisito de la samba y el choro, dos de las tradiciones populares brasileras más importante. A estas les añadió los colores y la espontaneidad armónica del jazz norteamericano y obtuvo como resultado no sólo el surgimiento del bossanova sino una nueva forma de sentir la brasilidade.
Antonio Brasileiro incluye números clásicos como “Só Danço Samba” e “Insensatez”. Estos tracks nos brindan el sonido fresco y fluido que hicieran famoso al compositor durante el surgimiento del bossanova en los años sesenta. Además, la inclusión de otras composiciones más vanguardistas y hasta experimentales como “Trem de Ferro,” la cual cierra al álbum con un cierto aire de angustia y parodia, balancean la experiencia del oyente. En “Samba de Maria Luiza,” Jobim comparte el escenario con su nieta Maria Luiza, para construir un diálogo musicalizado de una ternura conmovedora. En “Forever Green,” Jobim se desenvuelve dentro de una atmósfera jazzy para enunciar un discurso honesto y lúcido en favor del medio ambiente.
Mirado en conjunto, Antonio Brasileiro brilla a un nivel orquestal. Los arreglos son nítidos y juguetones. La elección de instrumentos varía constantemente dependiendo de los matices internos de cada composición, recalcando de esta forma su contenido melódico, rítmico y armónico. El uso de coros provee luminosidad a las complejas y a veces descabelladas modulaciones armónicas de las cuales Jobim era un amante empedernido. A lo largo del álbum, se disfruta la naturalidad con la cual estos coros de voces femeninas perfectamente afinadas tienden espacios vibrantes y llenos de cromatismos para el contrapunteo de las líneas melódicas principales.
El álbum debe ser escuchado de principio a fin en una sola jornada. Se aconseja parlantes de alta fidelidad, un sofá cómodo y tibio, y la habitación iluminada a media luz. Quizás una copa de merlot o un jugo de maracuyá helado para los abstemios. Así, alejados del bullicio y la cotidianidad, Jobim nos eleva y lanza a un mundo de sonidos que quizás es más real y visceral por su misma dimensión humana.