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Instantes de Elías David

En alguna ocasión le pregunté a Elías David si el titulo de su libro respondía a la relación que existe entre poesía e instantaneidad, él me dijo que “no estaba conectado con la instantaneidad, sino con esa acepción que la palabra instante tiene con momento o presente, ya que el instante como poesía también esta conectado con ese otro que es la reflexión, la meditación, y sus conexiones.”

Para hablar un poco sobre el libro, podría comenzar con sus dimensiones físicas: en esta obra encontramos 26 poemas que, divididos en tres partes, nos acercan en sus inicios a la intimidad de la palabra como origen, como símbolo que al momento de nombrar, como diría Octavio Paz, se disipa.  Elías David escribe:

“No conocía eso

que dijiste para

nombrar

el mismo espejismo”

La poesía es instante.  Instante cabe en la experiencia, en aquello vivido, visual, rememorado.  Todo pensamiento parte de algo previo sucedido, sucediendo o por suceder, pero en cualquiera de los casos es la materia de la que esta construida la poesía. Y con esto me dirijo a una definición de Instantes sacada del latín que aparece en el libro:

Instante: participio del presente en latín es instants, instantis, del verbo instare, que significa como verbo intransitivo mantenerse sobre o encima de, o ser inminente.

Es significativa esa inminencia, ya que en los poemas de Elías David todo parece a punto de sucederse, principalmente en la mirada, proyección por donde se define el momento, acto de captura, por donde también comienza la palabra y donde se define el mundo:

“Todo es impulso,

cada voz escrita ha sido arrebatada

a la velocidad de la primera palabra”

Inclusive el silencio es acción, motor que echa andar las cosas:

“en medio de los ruidos”

“El silencio hace girar los abanicos”

“Echa a andar las ruedas”

“Ata la voz de las ideas

que dan a luz motores inservibles…”

Hablando del silencio como explica el autor es la sombra del sonido, no su ausenciay en esa sombra comunica, porque nunca estuvo del todo callada.  El silencio siempre ligado a la escritura, como para Rilke que orilla a preguntar al joven poeta ¿debes escribir? Y este solo encontrara su respuesta a la pregunta en la hora más silenciosa de la noche.

La escritura también es imposibilidad como en el poema Oleaje, porque capturar un instante no es capturar la totalidad. Pero esa naturaleza frágil, imprecisa, pasajera que apenas atisba su contorno es el fruto cayendo que somos como explica Elías David.

Instantes también es amor, dividido en varios poemas que intentan despojarse de cualquier cursilería.  Solo por mencionar uno, que para mí resulta hermoso, es el dedicado a su hijo en Pequeño recado, donde no solo habla sobre la alegría del niño y cómo este estrecha el corazón del autor, sino en el que aquella palabra primigenia,  en un niño se manifiesta la capacidad de crear:

“Solo a tu edad se abre la boca

para crear en dónde

ha de posarse la mirada

y la palabra mirada.”

De nuevo la palabra, la mirada, el instante, y su significación. Escribe Elías David de experiencias muy personales, del amor a las personas en las que recae ese sentimiento, sin melosidades, sino en la más intensa pasión poética. El amor por el hijo se enlaza con la profundidad de la palabra original, el amor por la mujer se relaciona con la lectura y todo se conjuga en la posibilidad de cómo el amor es el único capaz de romper con esa comunión mutua: el embeleso del lector frente al libro.

“Adoro a la mujer que me sonríe

como a un extraño que pasa

interrumpiendo su tarde, su lectura,

su eternidad plasmada. “

Porque todo el amor esta ligado a la palabra. A final de cuentas, ¿cómo lo definiríamos o sintiéramos si no fuese palabra?

Otros temas importantes en los poemas de Elías David presentes de igual manera que los anteriores son: la muerte, la vida como instante y aquel Dios que parece pasar desapercibido sin saber mucho de nada.

Diez años de trabajo poético confirman en este primer trabajo de Elías David una celebración del amor por ese efímero y hermoso instante, palabra, poesía, belleza, reflexión, muerte, vida, todo visto a través de la mirada que, como flecha certera y precisa, lo escribe pero, apenas al pronunciar su nombre, cae de su sitio y se dirige a otro donde el autor acaso existe.  Quizás eso sea la poesía, un instante vuelto reflexión.  Quizás no, y tal vez sea otra cosa.

 

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