Hace dos semanas llevamos a nuestras niñas a un acuario pequeño ubicado aquí en Albany, Georgia. Entre los animales que había, me topé con una babosa y recordé el poema del escritor mexicano José Emilio Pacheco. Realmente a mí me desagradan todas las criaturas rastreras, me dan un no sé qué, sobre todo las que dejan una especie de baba o algún tipo de huella al pasar. Hace dos semanas vi una criatura de esas y volví a leer el poema de Pacheco, “Fisiología de la babosa.” Parecerá un chiste, un poema dedicado a una babosa, pero no, es realmente una gema que anda por ahí olvidada.
En el poema se observa una alegoría entre la babosa, criatura que no pertenece al grupo de animales encontrados en las poéticas tradicionales y la naturaleza; apareciendo como una segunda alegoría, una relación entre las partes biológicas de la babosa y el ser humano. Tomando en cuenta el cuerpo de la babosa, José Emilio Pacheco lo muestra lleno de debilidad. Caracteriza el animal como un ser enclenque e insignificante, casi un ente incompleto. Esta afirmación puede apreciarse en los adjetivos que el poeta emplea: “animal sutil,” “Es apenas / un frágil / caracol en proyecto / como anuncio / de algo que aun no existe.” Al final de la obra el poeta utiliza el vocablo “insulsa” para confirmar la simpleza y la insustancialidad del animal y la palabra “pobrecita” para describir la situación de angustia de la babosa al sentirse amenazada por un puñado de sal que puede exterminarla. La manera como el poeta relaciona al animal con la debilidad e insignificancia puede traspolarse a cómo él percibe la situación de la naturaleza en México y/o el planeta y como la amenaza de ser aniquilada está latente. Pacheco es considerado uno de los máximos representantes, junto a Nicanor Parra, Ernesto Cardenal y Homero Aridjis, de la poesía ecologista en Latinoamérica. Dentro de sus temas se destaca el deterioro ecológico de México y su capital haciendo énfasis en la contaminación de lagos, la erosión de los suelos y la deforestación, entre otras cosas. Asimismo Pacheco, alegórica e irónicamente, se dedica a explorar el tiempo, la fugacidad, la esencia de la materia, la destrucción y el dolor. Digamos así que este que es el tema del poema, el hecho de que el medio ambiente está en constante peligro, en un proceso mortífero que no se detiene con el paso del tiempo sino que continua lento, parsimonioso, tan pausado como el propio existir de la babosa.
El paso del tiempo es uno de los aspectos centrales en la poética de Pacheco y esto es lo que aminora un poco el carácter de sufrimiento que abunda en sus poemas. Es decir, a pesar de que sus escritos estén llenos de figuras en constante sufrimiento, como en este caso la babosa, el paso del tiempo hace que se puedan dar algunos instantes en que el personaje o la voz poética llegue a la plenitud, ya que sino el sufrimiento pasaría a ser eterno. En el poema en cuestión, existe una cohesión entre el paso del tiempo y el sufrimiento; la babosa se recrea en su pena, se conforma con ella y deja pasar el tiempo. Da la impresión de que la babosa llega a su plenitud ensimismada en su propio dolor. Por ello la “Fisiología de la babosa” se percibe como un prototipo para notificarnos que la libre plenitud del ser al fin y al cabo no se puede lograr pero sin embargo, sí puede existir la plenitud del ser en su sufrimiento durante el paso el tiempo. Se podría vincular la fugacidad de los instantes plenos del individuo con la condición misma de este y en ese caso lo más idóneo para ejemplificar el vínculo es la propia babosa, la cual
proclama
que andar por este mundo
significa
ir dejando
pedazos de uno mismo
en el viaje
La idea del ser, en este caso el molusco, dejando literalmente partes de su cuerpo, o bien la estela de moco que marca su pasar, puede ocasionar una remembranza de la muy conocida corriente filosófica llamada existencialismo. Aunque claro está que esta ideología se refiere al ser humano y no a los animales, se puede traspolar su significado al personaje del poema en estudio. Según este movimiento filosófico proveniente de Francia, el humano, individualmente, es quien crea y define el significado de su existencia y es esta la que precede a la esencia; es decir, uno nace ser y luego se vuelve humano. En otras palabras, nosotros nacemos y existimos y después vamos construyendo nuestra esencia, nuestra sustancia, con el paso del tiempo, mientras se desarrolla nuestra vida, a través de la interacción con otros seres. Asimismo el existencialismo señala la angustia del humano de nunca poder llegar a ser pleno, de nunca poder experimentar una total integridad. La babosa, si bien no es humana, es una alegoría del hombre, específicamente en su angustia por saber que aunque deje su esencia plasmada en esta tierra, nunca podrá llegar a ser una entidad plena e íntegra, y al final, terminará su existencia de alguna u otra manera.
Esta última afirmación acerca del poema define su tono de forma pesimista. Sin embargo, algunos críticos afirman que la poesía de Pacheco no posee un tono especialmente pesimista sino que trata de darle la vuelta al asunto e ir más allá, pensando en que algún día pasará algo mejor, en que hay una esperanza para los tiempos venideros. La opinión de los críticos es problemática en el particular caso de la “Fisiología de la babosa,” principalmente si se lee con especial atención la última estrofa:
Nadie quiere
a esta plaga insulsa
que a ras de tierra
o en paredes
lamenta
una vida que no pidió
Pobrecita
Es tan supersticiosa
Teme
(justificadamente)
que alguien
venga y le eche la sal
No se ofrece una real esperanza para el futuro de la babosa y por ende del medio ambiente en general. Aunque la babosa no muere en el poema, así como el humano y la naturaleza viven hoy, existe un infortunio en su destino. Claro, todos los seres mueren respondiendo a la ley de la vida pero en el caso de la babosa y del medio ambiente el fallecimiento no se da por causas naturales sino por la acción de un agente externo, el hombre. La alegoría que realiza Pacheco entre la babosa y la naturaleza resulta efectiva porque nos presenta cómo la vida del molusco está llena de desdicha sabiendo que las probabilidades de su destrucción a manos del hombre son muy altas. Es un sino del cual no puede escapar. En este sentido se establece por lo tanto una relación destructora entre el ser humano y el mundo, relación que no es recíproca; la naturaleza no destruye al hombre, sólo aguarda temerosa su propia y forzada desaparición.