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Hablar con la voz de otro

No es cierto eso de “traduttore, traditore.” Al menos en mi experiencia, pues siempre que he tratado con traductores los he sentido como aliados, amigos y hasta embellecedores de mis textos.

Anne Casterman, Marianne Millon, Silvia Sichel, Lilian Schreuder…mis agradecimientos eternos a quienes han vertido mis escritos en otro idioma. Y mi admiración, porque creo que la traducción literaria es la más difícil de hacer.

Además de un conocimiento profundo de la cultura y el ambiente del lugar en que se desarrollan las obras traducidas, el traductor debe esforzarse en transmitir el “tono de la voz,” ese acento particular del autor que trasciende los mecanismos del idioma. Pero la traducción de chistes y juegos de palabras es quizá la parte más peliaguda, sobre todo cuando la gracia de estos se basa en la rima, que existe en un idioma pero no necesariamente en otro. O cuando hay un subtexto que sólo es entendido por los miembros de un grupo social determinado. (En estos casos, desde luego, siempre queda la opción de recurrir a las fastidiosas notas al pie.) ¿Y qué decir de las groserías, que llevan a halarse los pelos al más pinto de la paloma? Porque si bien mandar al carajo se corresponde sin problemas con go to hell, ¿qué pasa cuando a alguien lo mandan, en buen cubano, a la pinga o al coño de su madre? ¡Ah!

Un traductor literario puede trabajar directamente con las editoriales, con las que firma un contrato por cada libro traducido, o directamente con los autores.

Al habla con una traductora literaria: Anne Casterman

“Para mí, traducir es una pasión,” dice la traductora literaria belga Anne Casterman, especialista en traducciones del español al francés. Entre las obras que ha traducido se encuentra Cómo llegó la noche de Huber Matos (publicada en francés como Et la nuit est tombée— de la révolution victorieuse aux bagnes cubains.)

“Entrar en el mundo de un escritor me fascina,” dice. “Me fascina la oportunidad de hacerlo conocer a otros en otro idioma.”
Para la señora Casterman, la traducción es “un juego intelectual.”

“Pasar un texto del español al francés es un juego con mi propio idioma, un acercamiento a otra sensibilidad, a un estilo, a una cultura, una lectura más profunda,” cuenta. “Es afrontar dudas, asumir sus elecciones siempre con la ambición de ser la otra cara—¿cara o cruz?— (risas) del autor.”
Ella no vive sólo de la traducción pues trabaja también en la universidad dando clases y talleres de traducción al francés.

“Así que la traducción es un placer y un desafío también,” concluye. “Lo más difícil en esta profesión a lo mejor sería vivir de la traducción. He trabajado con editoriales y también me encantaría tener una relación privilegiada con un autor.”

Las traducciones comerciales

La traducción comercial (también se le llama traducción técnica) es la que se hace de textos legales y académicos, manuales de instrucción y lo que se conoce en general como no ficción. Más rápida de hacer que la literaria, pues no hay que preocuparse del “tono de la voz” ni de los juegos de palabras, es una posibilidad de empleo para muchos profesionales bilingües.

Si has pensado en ser traductor, es una buena idea tomar el examen de la ATA (American Translators Association) y sacar una certificación, pues en muchos trabajos la piden. Además, es una garantía. A la hora de elegir entre cincuenta candidatos, es muy posible que el empleador elija al que ya viene con un certificado que asegure que no traducirá, por ejemplo, embarazada como “embarrassed.” (Sí, es la segunda acepción y aparece en el diccionario, pero diga, sobre todo si es usted un señor, que se encuentra “muy embarazado” y verá el choteo que le arman.) La ATA tiene su propio sitio en la red donde anuncian opciones de trabajo: http://www.atanet.org/careers.

Los precios de una traducción comercial oscilan entre quince y treinta centavos por palabra. Cuando se traduce del español al inglés, o viceversa, suele cobrarse por el número de palabras en español, pues usamos más palabras en nuestro idioma que en inglés para decir lo mismo. También es posible cobrar por el tiempo usado en la tarea, y aquí los precios oscilan desde veinticinco hasta cien dólares la hora.

Si se dominan bien ambos idiomas, es relativamente fácil encontrar trabajo ya sea en una agencia a tiempo completo, como traductor de planta, o como freelance para distintas compañías—las médicas y de seguros están entre las que más requieren de estos servicios. En estados como California, Florida y Nuevo México, con un porcentaje alto de población hispanohablante, muchas agencias gubernamentales emplean traductores para todo tipo de documentos legales y educativos.

Hay una buena cantidad de sitios en la red donde encontrar trabajo: www.Proz.com y www.translatorpub.com están entre los más populares. La membresía básica es gratis en los dos y son excelentes lugares para comenzar a buscar.

La traducción en carne propia

En los últimos quince años he hecho muchísimas traducciones comerciales sobre temas que van desde la medicina hasta la arquitectura, pasando por el hipnotismo y la navegación a vela. Las ha habido interesantes, aburridas y perfectamente olvidables. En cuanto a la traducción literaria, nunca me había sentido totalmente cómoda con la idea, por tres razones principales: el tiempo que toma, lo difícil que puede ser y… ¿por qué trabajar en la obra de otros cuando puedo hacerlo en la mía?

Pero me decidí a intentarla. Mi amiga Joan Livingston, la editora de Taos News, ha escrito una serie encantadora de libros para niños llamada The Cousins. Cuando leí las tres primeras historias me enganché con Los Primos. Y la verdad, no encontramos nada ni remotamente parecido en el mercado actual así que decidimos lanzarlo como una propuesta bilingüe en cuanto tuvimos tres libros terminados y traducidos. Son cortitos, para niños de escuela primaria. El primero, The Cousins and the Magic Fish, acaba de ser publicado por Eriginal Books y pueden encontrarlo aquí.

Fue una experiencia divertidísima y, aunque no creo que me anime por el momento a traducir obras más largas, como novelas, sí pienso continuar con el resto de la serie.

En conclusión, animo a todos los que quieran probar fortuna en esta carrera —si aman la lectura, la escritura y la magia de las palabras— a que se lancen de cabeza al lago del bilingüismo profesional. Les dejo una tarea: buscarme la versión inglesa de “camarón que se duerme, se lo lleva la corriente.”

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