De la misma manera en la que interesa el concepto del tiempo en Cronos (1993) de Guillermo del Toro, la denominación de un filme como clásico se considera de acuerdo al espacio temporal que existe entre la creación de la obra y el momento en que se observa. A poco más de veinte años de su estreno, esta obra es reconocida como un clásico del cine junto a piezas que fueron creadas hace más de medio siglo. Esto es dado a que el factor temporal al momento de calificar una cinta como clásica es subjetivo. Habría que preguntarse qué elementos la hacen clásica y si el tiempo transcurrido es lo que permite adjudicarle tal epíteto. Aquí hago hincapié en lo clásico como modo apropiado para definir a Cronos, ya como manifestación artística que marca una tradición fílmica a través del tiempo, ya como digna de admirar por su valor creativo.
Por lo tanto, la importancia que el aparato en forma de escarabajo toma para la trama recae, entre otras cosas, en su constancia temporal. De ahí que el inicio de la narración se sitúe en el siglo XVI, época de importancia histórica para las recientes colonias españolas en América. Es el momento en el que décadas antes Hernán Cortés arriba a las costas de Yucatán inmortalizando su figura y la de todos los personajes conocidos a través de las crónicas que se conservan de la historia colonial. El escarabajo es creado en este mismo periodo por un alquimista español que llega a Veracruz al inicio de un nuevo gobierno inquisidor en la Nueva España, es decir: México. Del Toro igualmente señala como hito en la narrativa otro evento importuno, el terremoto de 1937 en Veracruz. El alquimista muere en este sismo cuando el edificio donde se encontraba colapsa y una estaca le atraviesa el estómago, esto a más de cuatrocientos años de su llegada a México y de la creación del objeto que le había prolongado su existencia.
Este prefacio además de sostenerse en los elementos históricos que menciono retrata lo vampírico de manera distinta a las conocidas narrativas fílmicas que trabajan la misma temática. Desafiando los prototipos establecidos por la historia cinematográfica, Del Toro propone un entramado entre lo real, la historia y lo ficticio, o mas bien, aquello que metafóricamente compagina con la dualidad constante entre la vida y la muerte. No en balde la pieza gana sinnúmero de reconocimientos, aun siendo éste el primer filme de Del Toro, tal vez predisponiéndose así el éxito futuro del director. Entre los tantos galardones concedidos, Cronos obtuvo de la Academia Fílmica de Ciencia Ficción, Fantasía y Horror, dos premios Saturno siendo uno de éstos a la mejor cinta de horror. El Festival Internacional de Cine Fantástico de Bruselas también la galardonó con el premio de plata Raven y el Festival de Cannes con el Mercedes-Benz, ambos a la mejor dirección. En México, recibió siete premiaciones Ariel, entre las que están a la mejor dirección, mejor guión cinematográfico, mejor escenografía y mejor ópera prima. La obra así debutó y se reconoció mundialmente como de alto valor en la historia del cine.
Más que una pieza fílmica sobre vampiros, a medida que la observaba se me hacía evidente el tema de la precariedad de la vida. Sin importar las señales incuestionables de elementos que se definen como parte de la temática de lo vampírico, más innegable me parecía el desafío a la vida, al tiempo, a la historia (y todos sus puntos de vista). Sin embargo, Cronos me devalaba más: la fragilidad de la humanidad vis a vis la supremacía que tal vez tienen los insectos; la creencia cristiana de la vida y la muerte, de la resurrección frente a una tradición pagana y cómo se relacionan las unas con las otras.
Hilvané una trama en mi imaginación que no se validaba en esta tradición del vampiro sino en la idea cristiana de la existencia después de la muerte. Efectivamente, el director afirma en varias entrevistas que le pareció pertinente relacionar en esta cinta ideas de la tradición católica como la resurrección (presentes en la cultura de América latina). Por eso el personaje –el vampiro- se llama Jesús Gris y sus heridas son en sus manos y costado. Por eso el elemento de beber la sangre como forma de vida está ligado con el rito católico de la consagración del vino como metáfora de la sangre de Cristo. Por eso los rezos del protagonista cuando se coloca por segunda vez el aparato en su mano lacerada por el mismo objeto. No obstante lo vampírico está ahí, es ineludible. Se ve a un Jesús que se vuelve adicto a la sangre, a quien le afecta la luz y se transforma en un muerto viviente.
Al ver esta obra advertí que lo fantástico se coquetea con lo grotesco. Lo vampírico con lo cristiano. Lo histórico con lo ficticio. Que, de querer acaparar la esencia del tiempo, el protagonista escoge lo propio en lo humano, es decir, la validez de la existencia se retrata a través de aquello que se descompone y menoscaba: el cuerpo, la piel, las creencias e incluso las relaciones familiares y los sentimientos, pues, el tiempo, es bien sabido, “te da años pero no te da vida”.