
Cuando The Boxer salió en 1969 dentro del álbum Bridge Over Troubled Water, Paul Simon ya tenía el reconocimiento de un gran compositor, pero también enfrentaba críticas. Se decía que Simon & Garfunkel eran demasiado suaves para una época de cambios radicales, -el hippismo y la contracultura se encntraban en la cresta de la ola- demasiado pulcros en un mundo donde la música folk debía ser un arma. Quizá por eso esta canción se siente como una respuesta: una historia sobre resistencia, sobre recibir golpes y seguir adelante, aunque el suelo parezca la única certeza.
La letra nos pone en la piel de un hombre que llegó a la gran ciudad buscando una vida mejor y solo encontró indiferencia. No hay heroísmo en su historia, solo frío, hambre y noches interminables en barrios donde los olvidados del mundo intentan sobrevivir. “Laying low, seeking out the poorer quarters where the ragged people go, looking for the places only they would know”. La ciudad no es un sueño, es un laberinto sin salida.
Y sin embargo, el protagonista sigue de pie. Aunque la vida lo ha golpeado, aunque las promesas se han roto una a una, sigue ahí. El estribillo no tiene palabras concretas, solo un lamento: “Lie-la-lie.” No necesita más. Es un susurro y un grito, un eco que rebota en las paredes de una vida golpeada.
Musicalmente, The Boxer es una de las producciones más ambiciosas de Simon & Garfunkel. La grabación llevó más de cien horas y se realizó en múltiples estudios. La percusión fue grabada en un ascensor para darle el impacto de un verdadero puñetazo. Cada detalle cuenta. Cada instrumento añade profundidad a la historia de un hombre que, aunque herido, aún se aferra a la posibilidad de un nuevo asalto.







