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Knockemstiff: feo, sucio y malo

Knockemstiff, de Donald Ray Pollock


Knockemstiff es un pueblo casi fantasma ubicado al sur de Ohio, en el Medio Oeste de Estados Unidos, cuyo nombre quiere decir algo así como “déjalos tiesos”. Los buscadores de Internet que llegan a dar con él informan que tiene unos doscientos habitantes, y las cuatro o cinco fotos del lugar solo muestran una carretera desierta, unos árboles, un cartel al borde del camino, unos parroquianos al frente de un viejo almacén, una caravana derruida bajo el alero de una casa de madera que también está por caer. Allí nació en 1954 Donald Ray Pollock, y allí vivió buena parte de su vida. La población más cercana, a unos dieciséis kilómetros, es la ciudad de Chillicothe. Con veinte mil habitantes parece más humana y civilizada: una avenida central, edificios de ladrillo, algunos negocios donde un hombre puede ganarse la vida, como un matadero de cerdos o una fábrica de papel en la que Pollock trabajó durante veintisiete años.

Cuando cumplió 45 años decidió que quería escribir. A los 50 renunció a su trabajo y se puso a estudiar Escritura Creativa en la Universidad Estatal de Ohio; cinco años más tarde logró graduarse. Para ese entonces ya había terminado la mayoría de los dieciocho cuentos que componen Knockemstiff, su primer libro publicado en 2008, que recibió halagos de público y crítica, y fue traducido a varios idiomas. En 2011 apareció su primera novela, El diablo a todas horas, y en 2012 la segunda y por ahora última, El banquete celestial.

Las huellas son múltiples en estos relatos, que han sido ubicados dentro de la corriente del “realismo sucio”. Es inevitable recordar el Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson, porque aunque Knockemstiff exista en la realidad, el mundo creado alrededor de estas historias tiene más de imaginación que de imitación. También los Relatos del Norte y del SurJackpot y las novelasde Erskine Caldwell (entre ellas El camino del tabacoy La chacrita de Dios), en las que si bien los prototipos humanos se nutren de la idiosincrasia de los habitantes del deep south, ambos dibujan unos personajes dominados por la brutalidad y la codicia. Y también por la violencia de Jim Thompson (1.280 almas), Denis Johnson (Ángeles derrotados) y Cormac McCarthy (Meridiano de sangre), donde poco falta para que hombres y mujeres den apenas un paso para convertirse lisa y llanamente en criaturas diabólicas, encarnaciones casi absolutas del mal.

Comunes y corrientes

Miradme a mí, por ejemplo, Big Bernie Givens. Tengo cincuenta y seis años, soy un gordo asqueroso y estoy embarrancado en el sur de Ohio igual que la sonrisa en el culo de un payaso muerto. Mi mujer se estremece cada vez que le menciono el acto sexual. Mi hijo adulto se come la porquería que se acumula en los antepechos de las ventanas…”. Así se presenta el protagonista del cuento “Empiezo desde cero”, y la cita sirve como ejemplo del lenguaje y de los agonistas con los que el lector se tropezará en cada página. No son seres deprimidos o melancólicos, tal los que se podrían encontrar en autores como Richard Yates o Raymond Carver, y no es la metáfora uno de los mecanismos predilectos de Pollock, pero también aquí se nota el peso de una tradición que une a todos los mencionados y que los coloca en el camino del realismo que, al decir de Saul Bellow, “desde un principio, ha hablado de las víctimas. Del individuo común y corriente –y la literatura realista siempre se ocupa de individuos comunes y corrientes– en lucha contra el mundo externo que, naturalmente, acaba por vencerlo…”.

Muchachos sin el menor futuro atrapados en las drogas ordinarias que esnifan sin parar, desocupados sin un techo donde guarecerse y rodeados de la peor pobreza, simples eslabones de una crueldad familiar que los marca por generaciones; muchachas cuya única salida es la prostitución; adultos que saben desde un principio que sus vidas no tienen otro sentido que el de perdurar de manera azarosa y sórdida, perdido todo lazo con cualquier gesto de cordialidad. Entre la tristeza y la rabia, por esa franja que parece no tener límites pero que sin embargo asfixia a cada momento, transitan los pobladores de este lugar.

Así, por ejemplo, el joven de “El Hoyo de la Dinamita”, que escapa de ser reclutado por el ejército y pasa años enteros escondido en el bosque hasta que finalmente el Estado le ofrece una subvención; así el muchacho de “El destino del pelo”, que se masturba sobre una muñeca de su hermana y fantasea con la relación entre Barbie y Kent, como en el cuento de A.M. Homes; o la chica de “Barritas de pescado”, que invita a todo el mundo con trozos de comida sucia y maloliente, y que se transformará en Geraldine una vez aparezca casada en el notable cuento “Asaltantes”; o los dos amigos que encienden una botella de combustible sobre un hormiguero en “Gigantomaquia”, y observan cómo el fuego cae sobre las hormigas y a su vez les parece ver a guerrilleros del Vietcong abrazados por el napalm.

Soldados colgando

Casi todos los cuentos transcurren alrededor de la década del 70. Guerras, rock, drogas, viejos y enormes autos a punto de salir de circulación, mera subsistencia. Vietnam, Corea, la memoria de la Segunda Guerra, aparecen una y otra vez, ya en forma manifiesta, ya en forma figurada, tal como sucede en el cuento “Hondonada”: “Si a Albert no le dabas el desayuno a las diez en punto, empezaba a ver soldados muertos colgados de sus paracaídas en el manzano que había al otro lado de la ventana”.

La crítica no ha recibido con igual entusiasmo las dos novelas de Pollock. “Si he de serte sincero”, le dijo hace un tiempo al escritor catalán Kiko Amat,“lo que sucede es que cuando escribí El diablo a todas horas pensé más en el lector, y sé que a la gente le gusta encontrar al menos un atisbo de esperanza o de optimismo al final de un libro. Cuando escribí las historias de Knockemstiff no tuve en cuenta al público en absoluto, porque no creía que jamás fuese a publicar lo que escribía”.

Luego del éxito de este excelente libro, Pollock se compró una casa en Chillicothe que ahora está pagando con los derechos de autor. La ciudad tomó cierta notoriedad en 2015, cuando desaparecieron seis jóvenes mujeres y a los pocos días se encontraron los cadáveres de cuatro de ellas. La policía movió cielo y tierra en busca de quien de inmediato consideraron un asesino serial. En julio de ese año una prostituta conocida como Heather mató de un balazo a Neal Falls, un individuo que la había contactado por Internet. La policía de Charleston encontró en el automóvil de la víctima armas y herramientas, cuchillos, un chaleco antibalas, un machete, bolsas de basura y lejía, por lo que rápidamente concluyó que aquel era el homicida de las vecinas de Pollock. Por lo visto, la violencia no lo deja de perseguir.

Knockemstiff, de Donald Ray Pollock, Literatura Random House, Barcelona, 2017, 222 páginas

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