Seguimos con la serie sobre literatura vasca y conflicto, en este caso, abriéndose a la producción cinematográfica, donde el tema ha sido tratado desde hace tiempo. Un drama como el de la violencia en Euskadi, alcanzó todos los ámbitos de la cultura, y como se verá en el texto, tuvo una estrecha relación con el pasado y con las estructuras sociales de su tiempo. Para ello contamos con la colaboración de David Delgado López, profesor de estudios hispánicos en el Departamento de Lenguas Clásicas y Modernas de la Universidad de Virginia Tech. Es doctor desde 2019 y desde entonces sigue leyendo y aprendiendo sobre literatura y cultura española producida desde la Transición hasta la actualidad. David escribe sobre una de las películas míticas en el tratamiento del conflicto: La muerte de Mikel (1984), cómo entre sus fotogramas se filtra una dura crítica sobre la estructura social que pervivía en el País Vasco de los años del plomo, y cómo este hecho azuzó la violencia, y conecta con nuestra actualidad.
El 26 de septiembre de 2022, Georgia Meloni, líder del partido Fratelli d’Italia, ganaba las elecciones a la presidencia italiana con más de un cuarto de los votos. Su campaña se basó en un discurso que gira en torno a tres pilares: Dios, patria y familia; a lo que sumó una diatriba de mensajes homófobos y racistas al hablar contra los grupos LGBT y la inmigración. Uno de estos ejes, la familia, ha sido uno de los elementos más populares para atraer votantes en el país y forofos fuera de sus fronteras desde que un discurso ofrecido por la propia Meloni en 2019 en el marco del Congreso de la Familia se hiciese viral en redes sociales en los últimos meses.
En dicho congreso, Meloni defiende el valor de la familia a través de un argumentario centrado en el miedo. El miedo que la idea de familia tradicional produce al ser lo que da, históricamente, identidad al individuo, algo que, según ella, aterroriza a liberales y progresistas. En definitiva, Meloni recupera un discurso tradicionalista, conservador y reaccionario con la intención de ofrecer una solución para la crisis institucional, económica y de valores que ha sufrido Europa desde los inicios del siglo XXI. No obstante, ya hablemos de Meloni en términos de fascismo, neo-fascismo, extrema derecha o derecha alternativa o alt-right, a falta de un neologismo más completo, pocas de sus ideas son nuevas y muchas de ellas serán recordadas por aquellas que vivieron momentos de menos libertad y derechos, en los que la idea tradicional de familia, aquella familia que Meloni esgrime, es adalid de la represión social.
A raíz del poder de la familia en la política y la cultura, no puedo evitar recordar una película que levantó ampollas en la incipiente democracia española hace ya casi 40 años. Hablo de La muerte de Mikel (1984), uno de los filmes de la trilogía vasca del director Imanol Uribe y en el que mejor se aprecia el peso de la familia al dar forma a la vida de un individuo. La película de Uribe enseña las tensiones existentes en esos años en Euskadi entre la izquierda abertzale y el incipiente gobierno democrático del Estado español y que aún estaba cargado del peso ideológico de la dictadura.
La película gira en torno a Mikel, un joven de familia acomodada metido a militante abertzale y que está pasando por una mala temporada en su matrimonio a causa de la escasa conexión sexual con su pareja. Su vida personal y sus inquietudes políticas llevarán a Mikel a ser arrestado e interrogado en comisaría, a la vez que experimenta un periplo por las calles de Bilbao en búsqueda de su verdadera identidad sexual, mostrando las esferas pública y privada de su vida y ofreciendo al espectador una descripción total del protagonista y sus dudas existenciales. Sin embargo, esta búsqueda no es del agrado de todos sus conocidos, especialmente del de su madre, quien representa los valores del antiguo régimen que aún perduran en democracia. Una clase de Meloni ochentera, orgullosa de su identidad de madre, de su ferviente catolicismo y de la imagen tradicional de familia que ofrece, verá cómo Mikel se embarca en un camino de perdición guiado por sus tendencias políticas y sus viajes a la capital.
Bilbao, la gran ciudad, como espacio de libertinaje en comparación con las zonas rurales o la ciudad de provincia, ofrecerá a Mikel la oportunidad de explorar su sexualidad, algo de lo que tanto su familia carnal como política reniegan. Tras sus primeras noches en la ciudad, Mikel que es detenido y torturado en comisaría por sus vinculaciones políticas, consigue reconciliarse consigo mismo una vez puesto en libertad y se dispone a iniciar una nueva vida en compañía de Fama, el joven artista travesti que ha conocido en sus escapadas nocturnas desde su pueblo a Bilbao. Es en este momento del filme en el que la vida de Mikel, social y biológica, realmente comienza. No obstante, este nuevo rumbo provocará finalmente la muerte de Mikel a manos de su propia madre cuando esta decide que prefiere tener un hijo muerto a uno homosexual.
La represión y la violencia institucional se manifiestan aquí en una de las instituciones franquistas por antonomasia: la familia. La relación existente entre Mikel y su madre y el elemento de vergüenza que su identidad sexual implicaba en la época es una crítica evidente de Uribe hacia los valores de la dictadura, así como hacia aquella izquierda retrógrada en estas cuestiones a quienes el propio Mikel calificará de curas. Desde el momento en que Mikel y Fama se dejan ver juntos por el pueblo y como si de un panóptico se tratara, la vida de Mikel se encontrará bajo el control implícito de otros, ante el desconocimiento de Mikel sobre cuándo o quién le vigila. Mikel duda siempre si es seguido por la policía u otros miembros de sus círculos políticos, incluso su madre actúa de vigilante desde lo alto del balcón de su casa, al más puro estilo de Fermín de Pas, el ambicioso sacerdote de la novela La Regenta que controla, desde lo alto de la catedral, la vida social de la ficticia ciudad de Vetusta. Así, en La muerte de Mikel, la represión y el control institucional van mucho más allá de los meros cuerpos de seguridad del Estado e incluye todas las estructuras que este ha creado: la familia, la comunidad y los círculos políticos, que hacen que la madre y el partido político actúen como representación de la convencionalidad social.
Aunque La muerte de Mikel exponga la violencia y torturas que el protagonista sufre a manos de la policía y la lucha entre estos y los partidos políticos sea parte central de la trama, es su propia familia quien finalmente pone fin a su vida. Es esa idea de familia ‘natural’, desafiante con las libertades de los demás y violenta con aquellos que no se ajustan a su tradicionalismo la que actúa como verdugo de Mikel. La muerte de Mikel es usada por Uribe como grito de denuncia de la falta de libertad fuera de la norma hegemónica que había instaurado la dictadura, a pesar de la libertad conseguida a raíz de la instauración de un gobierno democrático. La muerte del protagonista es irremediable dentro un entramado social en el que la violencia simbólica es intrínseca a las relaciones diarias dentro del espacio público y privado. La actualidad política parece encaminarse, una vez más, hacia estos derroteros en los que la intolerancia hacia formas disidentes de vivir forma parte de la agenda política escudados en viejas ideas de identidad social, patriótica y familiar. Ideas que son las que realmente producen miedo en todos aquellos que defienden los derechos humanos.