_ Ya te digo, Perico, no me convencen esos humanos. Tan sabios… y tan terribles. Fíjate que el otro día por poco no me pisa uno de ellos. Claro, erguidos sobre sus dos patas largas y con la cabeza tan alta que no se fijan en los que vamos por tierra. Cualquier día nos aplastan, ¡qué horror! Van siempre tan rápido de un lugar a otro, ¿para qué tendrán tanta prisa si siempre acaban en el mismo sitio?
_ Pues a mí la otra noche, por poco no me incendian las antenas con una colilla. Calló justo sobre mi gorro y empezó a echar humo y humo, hasta que acabé lanzándolo a un charco. Lástima, quedó hecho una birria.
_ Podría haber sido peor. He oído en la radio que a veces arden bosques enteros por una simple colilla.
_ ¡Bosques enteros! ¿Pero en qué cabeza cabe?
_ En la de esos humanos, Perico, tan racionales, tan ordenados, con una mente capaz de recordar la tabla de los reyes godos, pero tan insensatos…
_ ¡Hola! Os estoy escuchando desde el otro lado del jardín, y me he acercado para deciros lo que considero un hecho catastrófico e irresponsable de estos homínidos tan habilidosos.
_ ¿Qué es, qué ha pasado?
_ ¡Oh, esos humanos! Por su culpa, todos los habitantes del otro lado del parque tendremos que mudarnos a vivir a otro lugar, porque allí mismo, esos inconscientes están acumulando basura, tanta, que ya es imposible respirar. Arroyos pestilentes discurren por la zona y hay hasta algún infeliz que por beber de sus aguas ha sufrido transformaciones físicas. No cabe más solución que trasladar nuestras casas a otro sitio. Las plantas, pobrecitas, siempre arraigadas a la tierra, no pueden mudarse como nosotros y están muriendo.
_ ¡Qué horror! ¿Vendréis a vivir a este lado del parque?
_ ¡¿Cómo?! Pronto, este lado estará igual de sucio y cochambroso y tampoco podréis vivir vosotros en él. Hay que mudarse más lejos, ¡mucho más lejos! A las montañas o a la luna.
_ ¿Estás seguro de lo que dices?
_ Ve a verlo tú mismo y no te olvides la mascarilla, es peligroso.
(Al día siguiente)
_ Nunca he salido de estos jardines, Perico, me da miedo solo pensar en que tengamos que irnos de aquí…
_ Quizás no tengamos que mudarnos, Carmelina. Ya sabes que los hombres son muy inteligentes, capaces de dominar y cambiar el entorno gracias a su ingenio y creatividad. Igual llega pronto el camión de la basura y todo se queda en un susto. Seguro.
No dejarán que muera un parque tan bonito como este…