En el antiguo Egipto se creía que el dios Osiris había creado todas las cosas vivientes a través de un acto masturbatorio, razón por la cual la masturbación en público no sólo era muy bien vista, sino que también formaba parte de diversas ceremonias religiosas, que incluían, ni más ni menos, la coronación del mismísimo faraón.
Porla, Paja, pajote, gayola, gallarda, machacársela, cascársela, manola, manuela, manual, macoqui, manotazo, parpichuela, puñeta, golpe de puño, malabarismo, macaca, palmera, paloma, cubana, autocontrol de la estaca, hacer llorar al calvo, tirar del pescuezo del pavo, sacar brillo al cohete, pelar la zanahoria, encerar al delfín, enjabonar la cuerda, jugar al billar de bolsillo, sacar a jugar a la víbora, frotársela, clitorear, orear la orquídea, tomarse cinco, saludar al rey, saludar a la reina, pedir tiempo de descuento, sacudir la tararira, agitar al mono, meneársela.
“El origen del vocablo masturbación es incierto. La voz podría derivar de una palabra compuesta por raíces griegas y latinas: µe?ea mezea, que significa “pene” y turba, «alteración», «perturbación», «excitación». Con lo que masturbación significaría «excitar el pene». Aunque también podría descender exclusivamente del latín: manus turbare (excitar con la mano) o manus stuprare (violar con la mano)”, o al menos algo parecido dice en más de una enciclopedia on line. Lo cierto es que desde el principio de los tiempos esta práctica, ya sea pública o privada, cuenta con la mayor cantidad de fieles del planeta.
En la antigua Grecia se la conocía como thrypis (frotamiento), mientras que los romanos la llamaban masturatus y aseguraban que había sido el invento de Hermes, mensajero de los dioses. En la India tuvo desde un comienzo una vinculación altamente religiosa, cuando Shiva fue masturbada por una deidad llamada Agni. La historia cuenta que de aquél semen nació Kartikeh, dios de la guerra… cosa, como mínimo, curiosa, que hasta el día de hoy es motivo de estudio por parte de un grupo de fanáticos que se autodenominan “Grupo por la investigación entre la relación de guerra y paja” o una traducción similar del slang británico. La cofradía tiene base en la ciudad de Londres, aunque el lugar de sus reuniones es secreto y los resultados de su investigación no han aparecido, aún, para evaluación pública.
Aunque muchas culturas propiciaron el placer solitario, es verdad que una igual cantidad tomaron la historia bíblica de Onán como prueba irrefutable de que Dios estaba en completo desacuerdo. En el Génesis Onán recibe el mandato de preñar a la mujer de su hermano pero, no sintiéndose a gusto con la idea, se las arregla para eyacular afuera de la mujer y así “derramar su semilla sobre la tierra”, lo que acarrea un castigo divino instantáneo. Otra de las razones esgrimidas por los detractores de la gran M es la creencia de que cada eyaculación está destinada a crear “un protoser humano que posee espíritu”. Esta teoría, formulada en los tiempos clásicos, persistió hasta el siglo XIX y dice, en resumen, que cada acto masturbatorio puede verse como un aborto en sí mismo. De este enorme grupo en contra, están también los que la consideran como la primordial causa de fatiga. Los taoístas chinos, por ejemplo, afirmaban que cada vez que un varón se autosatisfacía su energía yang menguaba. Pero, para hacerlo aún peor, hasta hace bastante poco muchos médicos le achacaban daños físicos y psíquicos que incluían: palmas de las manos velludas, babeo, cansancio, depresión, pérdida de la memoria, disminución de la agudeza visual y hasta locura, cosa que dificultaba la tarea a los pro M, que buscaban mirar para el otro lado, popularizar la razón de su alegría y dedicarse a la faena en cuestión.
Las caras de la disuasión
Fueron muchas las formas que tomó la cuadrilla anti M. Un entrenador de los antiguos Juegos Olímpicos, por ejemplo, obligó a los atletas que estaban bajo su guía estricta a usar una funda peneana para evitar erecciones. Mientras que durante la época victoriana muchos evitaban los alimentos picantes por considerarlos fuente afrodisíaca, y por ende razón casi segura de que los comensales correrían a su casa a cascársela sin ton ni son. Se decía también que los alimentos muy especiados “propiciaban comportamientos lúbricos y que la masturbación femenina se veía favorecida por el consumo de mostaza, especias y vinagre” y aquí viene una gran sorpresa para todos aquellos que alguna vez creyeron en la frase “Sacá el tigre que hay en vos, campeón”. El doctor Kellogg fue ni más ni menos que uno de los grandes precursores en medidas drásticas para la erradicación del “mal de la mano”. No sólo inventó los populares cereales sumamente suaves con la intención clara de combatir las otras comidas que podían traer “aquél conocido problema”, sino que también recomendó el anillo de plata que se utilizaba como cierre de prepucio y las infames gotas de fenol (utilizado actualmente en la industria química, farmacéutica y clínica como un potente fungicida, bactericida, antiséptico y desinfectante) en el clítoris de las muchachas que experimentaban deseos de autosatisfacerse. Imagen devastadora a la hora de pararse en la góndola para elegir cereales…
Durante el período eduardiano se idearon además “los anillos para dormir, provistos de púas para desalentar las erecciones; los timbres eléctricos que sonaban apenas se esbozaba una erección, y los cinturones de castidad que se usaron hasta la década de 1930”.
Solita, sola
Mangos de escoba, dedales, tubos de cristal, botellas de perfume y de vino, cepillos para el pelo, velas, pepinos, zanahorias, salchichas, bananas, y hasta batatas eran objetos comunes que se podían encontrar dentro de las mujeres antes de la llegada de la tecnología. Muchos médicos dejaron de horrorizarse y empezaron a llevar sus propios cuadernos de bitácora para luego compararlos con sus colegas en la búsqueda del objeto más extraño. Las apuestas eran bien vistas y hoy continúan siendo parte de los mitos urbanos que constituyen nuestras salas de emergencia.
Pero, incluso antes de los enchufes y las pilas, las mujeres siempre contaron con el chorro de la ducha y del videt, el frotamiento con la propia mano, el uso menos ingenuo de la almohada y los peluches, y el famoso procedimiento conocido como “cabalgar la costura” que consiste ni más ni menos que en ejercer presión sobre la vagina con las nalgas y frotar la vulva contra la costura de los jeans… una de otras tantas artes “sin manos” adquiridas luego de mucha práctica y error.
No me voy sin mi dildo
El uso de los famosos consoladores se remonta a tiempos prehistóricos. Con la ayuda de arqueólogos y suertudos, se ha podido confeccionar un mapa de objetos que van desde bastones de hueso o madera hasta artefactos de cuero, confeccionados por los mismos zapateros que calzaban los pies. Había también de marfil, o en forma de máscara japonesa provista de una gran nariz. Ya en la Europa renacentista los italianos se hicieron muy famosos por sus productos, lo que lleva a pensar que una de las posibles procedencias de la palabra dildo es diletto, que significa deleite.
Y así, luego de todo este recorrido por la historia de la autosatisfacción, llegamos al vibrador, aliado calladito que usualmente habita la mesita de luz, que siempre precisa que se esté al tanto de las pilas recargables, y que proviene de hace tiempo y a lo lejos. Tal vez todo comenzó con el famoso recipiente lleno de abejas que guardaba Cleopatra al lado de su cama, o con el osado acto de untarse la vagina con miel y llamar a una pequeña horda de moscas a fin de que los insectos con sus patitas produzcan el efecto deseado… pero lo que sí es seguro es que el vibrador moderno se inventó sencillamente como un implemento sanitario.
A finales del siglo XIX muchos médicos trataban a mujeres “histéricas”, “con pesadez pélvica”, o “lubricación excesiva” masajeando manualmente las partes íntimas de las susodichas hasta llevarlas al orgasmo (conocido entonces como el paroxismo histérico). Como accesorio de este método se utilizaban vibradores provistos de una bomba de vapor. Uno de los primeros fue bautizado el Manipulador, obtenía su energía del carbón y fue inventado por el doctor George Taylor en 1869. En 1883, Mortimer Granville ideó el primer modelo eléctrico y el resto fue historia… Décadas más tarde estos implementos podían adquirirse por correo y se publicitaban en revistas femeninas sin ningún pudor (incrédulos ver capítulo de Mad Men). Aunque la mayoría de los aparatos estaban destinados a un público femenino, también se diseñaron algunos para uso masculino, incluyendo modelos en forma de cinturón, que se decía ayudaban a estimular la circulación, y otros internos para dar masaje y “descargar” la próstata.
Los vibros sólo comenzaron a ser repudiados por los “buenos miembros de la sociedad” a partir de su aparición en la literatura erótica y en las películas del mismo género, hasta entonces, en todos los departamentos de lujo se escuchaba el zumbido de las abejas de Cleopatra.
Hoy, no hay más que entrar a un Sex Shop para marearse a la hora de seleccionar el más indicado. Las estadísticas dicen que una de cada cinco mujeres tiene al menos uno. Sin embargo, para los hombres y mujeres que no son chicheros, siempre estarán los lavarropas automáticos con programa de centrifugado, un viejo recurso que nunca dejará de estar en boga…
*Desde la imagen descarga el ebook Quién mató a la Cantante de Jazz