Una torta mediana me lanza un guiño. Torta mediana glamurosamente decorada. ¿Qué digo decorada?, ¡bañadísima, en su totalidad, por una crema de vivo color celeste! Una azucarada franja blanca cubre, en parte, el rostro risueño de la torta. Sobre la franja blanca destaca una caricatura de la agasajada, su aparente apellido paterno y una oración asertiva. El relleno, según la propia vendedora, es lo más exquisito: el suspirante dulce de leche. Mi pulgar derecho no tarda en acariciar la cintura del manjar.
Asumo que algunos de ustedes se preguntarán: ¿por qué este columnista escribe sobre gastronomía en Suburbano? ¿No es este un espacio dedicado a la literatura? Del otro lado, sonrío presumiendo mi pronunciada dentadura. Esa torta, ese manjar, ese postre de tamaño regular, ese pastel que yo vi, fue un precioso ejemplar de La dama de provincias prospera (Libros del Asteroide, 2014), de E.M. Delafield, con traducción de Patricia Antón.
Al tiro caí prendado ante el diseño de la tapa y la contratapa; ante la atractiva tonalidad de los colores, ante la elegante ilustración hecha de la dama de provincias, ante la contundencia del título, ante una cucharadita del sustancioso relleno. Todo esto ocurrió en el marco de la XXVII Feria Internacional del Libro de Lima. Felizmente, la mancha lectora concentró su atención en los clásicos contemporáneos de Alfaguara, Acantilado, Anagrama, Salamandra, etc. Sin embargo, los ejemplares de Libros del Asteroide se encontraban sueltos en plaza.
La sinopsis del texto me ofreció un flash muy llamativo: “La dama de provincias ha tenido un pequeño éxito literario que, lamentablemente, no ha supuesto una mejora sustancial de sus finanzas; gracias a él, sin embargo, ha podido alquilar un apartamento en Londres al que va de vez en cuando para escribir con calma y frecuentar el mundillo literario de la mano de su querida Rose”.
Y ahí paro en seco, puesto que he recorrido las primeras nueve páginas. Espero que el libro haya despertado, aunque sea, un moderado interés en ustedes. Pero no los dejo abandonados. La pícara intriga llegó para cobijarlos con amor. Pelo de nuevo mis dientes y reanudo mi entusiasta lectura. Esta historia continuará…