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El otro Carlos Fuentes

Carlos Fuentes fue uno de los escritores mexicanos más sobresalientes de la lengua castellana e integrante del movimiento literario (marketero para algunos) surgido en los años sesenta, bautizado con el rótulo de boom latinoamericano. Su primera novela, La región más transparente (Fondo de Cultura Económica, 1958), es considerada como la obra fundacional de dicho fenómeno editorial.

     Al margen de su copiosa producción literaria, quiero resaltar una faceta poco conocida que lo enalteció, que abrillantó su impronta: su entusiasta labor como promotor de jóvenes escritores y de aquellos que les costaba posicionarse en el ámbito artístico. Xavi Ayén, periodista español y autor del voluminoso Aquellos años del boom (RBA Libros, 2014), revela lo siguiente:

     «Fuentes trabó amistad con todos los autores del boom, los trató activamente y promocionó sus obras, como lo hizo con otros hasta el final de sus días, pidiendo almorzar con jóvenes escritores que creían iban a destacar, o como cuando se convirtió en el desinteresado padrino del fracasado crack mexicano, o cuando en su ensayo La gran novela latinoamericana, sobre literatura en español, junto a los clásicos y a sus amigos del boom, incluye a jóvenes como Juan Gabriel Vásquez».

     También precisa que «En 1965, tras un congreso de intelectuales en Chichén Itzá, Fuentes dio una fiesta legendaria en su casa del D.F. donde José Donoso conoció a García Márquez, pocos años antes de coincidir otra vez en Barcelona. Fuentes admite: yo intentaba que los libros se publicaran. Leí Coronación de Donoso en 1962 en Chile y le dije: “Pepe, este libro tiene que publicarse y traducirse”. Y él me respondió: “un escritor chileno nunca es traducible”. Le dije: “¡Dame el libro!”, y se lo envié a mi agente en Nueva York, Carl Brandt, quién se lo pasó al gran editor Knopf y ahí empezó su carrera internacional. También le pasé la novela a Fidel Castro”».

     Asimismo, Ayén recoge una versión particular del cronista mexicano Juan Villoro sobre su compatriota: «Les conseguía a sus amigos escritores trabajos alimenticios en agencias de publicidad. Se esforzaba en profesionalizarlos; no en vano ya había declarado: “No creo que sea obligación del escritor engrosar las filas de los menesterosos”».

     Fuentes comprendió que para engrandecer y enriquecer el universo literario del cual formaba parte, debía apuntalar el trabajo de sus pares, echando mano de la poderosa influencia que poseía. Alguna vez apareció en uno de mis tantos sueños excéntricos: fue mi primer profesor en un taller de escritura creativa. Maravilloso. ¡Cuánta falta hace!

 

 

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