Premio Alfaguara de Novela 2014
Editorial Alfaguara
250 pp
En una entrevista a Diario Las Américas, Jorge Franco dice que fue la paternidad lo que le llevó a rescatar esta historia de sus recuerdos de infancia en Medellín. El mundo de las hadas de los cuentos infantiles que ahora lee con su hija pequeña, le hizo retomar aquel mundo extraño por completo a la Medellín de los años setenta, que a él le toco vivir. La historia de un castillo inspirado en aquel de La Rochefoucauld en Francia, plantado en el medio de una ciudad colombiana: el mundo de ensoñación de los castillos y los parajes bucólicos, el mundo de los bosques poblados de animales fantásticos e historias de amor y fidelidad como la de Tristán e Isolda, el mundo europeo en general; y el contraste con la sordidez que se empezaba a vivir en Colombia producto del deterioro social, las guerrillas y el narcotráfico.
Efectivamente, la historia que nos narra Franco se da un paseo a ritmo de vals entre ambos ambientes, intercalando los capítulos como si fueran puertas batientes y aprovechando para echar mano del suspenso. Camina en tres tiempos y de la mano de diferentes narradores que describen los mundos externos, como la Europa de la posguerra y Medellín, y también los mundos internos: el lugar en que está secuestrado Don Diego, y el palacio como “prisión” de Isolda. El lector irá formando fácilmente el rompecabezas que definirá al personaje principal, las razones de su secuestro, quién es Isolda y por qué vive en un castillo en el medio de Colombia, así como los otros personajes y las relaciones entre ellos.
El Mundo de Afuera, el título, puede entonces referirse a diferentes mundos psicológicos, dependiendo del personaje o bien del énfasis que el lector quiera dar a cada uno de los diferentes hilos conductores de la novela. El mundo de afuera puede ser la Europa tan anhelada por Don Diego: hasta el punto de adoptar toda costumbre, gusto artístico y hasta… un castillo y querer trasplantarlo todo a Medellín (esposa alemana incluida). El mundo de afuera también puede ser Medellín, para la resignada Dita y la estricta Hedda. Medellín es también el mundo de afuera para Isolda, a quien se tenía prácticamente recluida en el castillo, pero Isolda, a falta de Medellín, ya había creado su propio mundo de afuera: el bosque en que se internaba para escapar de Hedda y del que volvía con el cabello revuelto. El mundo de afuera es el Castillo y la princesa, inalcanzables para el Mono y los otros niños que merodean el castillo. El Mono guardó una admiración obsesiva por la bella Isolda hasta el punto de prácticamente torturar con su relato al padre secuestrado. Y el mundo de afuera es por supuesto también para Don Diego, el mundo al que ya no desea volver, porque en el mundo de afuera de su secuestro ya no está Isolda.
Aunque esta resumen puede parecer un abrebocas muy provocativo para el lector, tenemos que avisar también que la composición final de esta novela nos deja con un vacío, con ganas de mucho más: nos preguntamos cómo el autor, teniendo en sus manos un mundo mitológico y simbólico tan rico como el de los cuentos de hadas, y un mundo psicológico muy profundo para explorar como lo es la psique del secuestrador y el secuestrado, haya dejado pasar las oportunidades y no nos haya dado mucho más de los personajes, adentrándose en su pensamiento, en el viaje físico y psicológico que recorren, para ofrecernos una obra más trabajada, que calara en el lector hermosa y dolorosamente, en lugar de parecerse más a una crónica embellecida con ciertos recursos literarios.
El Mundo de Afuera, habiendo podido ser una novela psicológica profunda, resulta una novela sencilla, entretenida de leer. Habiendo podido serlo, no llega mucho más allá ni sus personajes se clavan en nuestra memoria con garra.