Una de las imágenes artísticas de South Beach, hermosa e impactante al mismo tiempo, es la escultura del memorial del Holocausto judío que queda en la avenida Meridian. Es un brazo tratando de alcanzar el cielo con puño semiabierto, al tiempo que de su contorno tratan de escapar figuras humanas como si se estuvieran quemando en una hoguera, mientras gimen y lloran en señal de sufrimiento
El memorial del Holocausto judío de South Beach tiene una gran historia y está contada en el libro SOUTH BEACH, Stories of a Reinassance, de Charles Kropke, Eleanor Goldstein y Joe Davis.
Cuando se planificó no existían memoriales del Holocausto en ninguna parte del mundo salvo el memorial de Yad Vashem en Jerusalén. Inicialmente se formo un comité liderado por un exitoso vendedor de autos de la comunidad judía del sur de la Florida, el señor Norman Braman, y el director artístico iba a ser el arquitecto y artista Ken Treister. Ambos tenían dos condiciones: Braman pedía el mantenerse en el presupuesto, y Treister pedía completa libertad artística. Pero pronto aparecería el más difícil de todos los retos: la enorme cantidad de ciudadanos de Miami Beach que no querían tener un memorial de muerte a la espalda de su casa.
Varias voces se levantaron en contra del proyecto: urbanistas, comisionados y vecinos de Miami Beach, incluso una artista de renombre calificó el proyecto desde el punto de vista artístico como una vergüenza para la comunidad.
La solución fue convocar a un concejo público donde la comunidad y los vecinos participarían para decidir si construían el memorial o no. Treister, como artista, estaba tan frustrado que no asistió por la presión que se ejercía sobre él. Envió un representante. El concejo estaba reventando de gente y poco a poco fueron desfilando por el podio quienes estaban a favor y quienes estaban en contra. Hasta que comenzaron a llegar los testimonios de los vecinos de Miami Beach, sobrevivientes del Holocausto. Después de cada testimonio llegaba una virulenta opinión en contra que opacaba la anterior, basándose en el ornato, el gusto artístico, la vista general de la ciudad y otras tantas opiniones más.
Casi al final se acercó una viejita que vivía a dos cuadras de la playa. Era una sobreviviente del Holocausto y para sorpresa de todos los presentes, la señora no tenía brazos. Cuando comenzó su testimonio conto que de niña había sido calificada como una niña prodigio tocando el violín. Estudiaba y practicaba ese instrumento todos los días por varias horas después de la escuela, hasta que los nazis la internaron con toda su familia en el campo de concentración. A su familia la mataron y a ella le cortaron los dos brazos. Nunca más pudo tocar el violín. Y luego añadió cerrando su testimonio: “si permitimos construir el memorial del Holocausto en Miami Beach, ese memorial me devolverá mis brazos”.
En ese momento toda la audiencia estaba bañada en lágrimas por el testimonio. La sesión se cerró y por unanimidad se decidió la construcción.