Regreso sonriente después de visitar la increíble exposición FORTUNA, del artista William Kentridge, en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Soy poco asiduo a este tipo de arte, pero el interés por visitar el museo y la recomendación del artista y poeta digital, Eugenio Tisselli, me llevaron a conocer la obra de este artista sudafricano que no conocía de nada, pero al que ahora no perderé la pista.
Aunque cuenta con una muestra variada entre pinturas, películas e instalaciones, de todo el conjunto me impactaron aquellas donde el lienzo eran páginas de libros o periódicos: imágenes sobre textos que dan un nuevo significado a la obra escrita.
No soy un gran conocedor del arte contemporáneo. Incluso puedo decir que en la mayoría de las ocasiones me parece incomprensible. Sin embargo, la utilización de la obra escrita como soporte me pareció más que interesante, bello. Me conmovió ver el papel no sólo reutilizado, sino también resignificado, al tiempo que las palabras se asoman más vivas que nunca detrás de los trazos del artista.
Es inevitable acercarse al cuadro y leer.
Da igual que las palabras estén escritas en inglés o en portugués. La pintura te invita, te seduce con esos trazos negros, anchos y libres. De todas ellas, mi preferida fue The full stop swallows the sentence. Ya sea por la tontería nostálgica de la máquina de escribir o porque sencillamente el título me pareció categórico al mismo tiempo que debatible. Y quizá esa sea la idea.
Al salir pensé que, tal vez, algunos (todavía) piensen que deshojar un libro para rayar o pintar sobre él sea una falta de respeto. Por mi parte, me parece el mejor de los destinos, incluso por encima de las cuidadas estanterías. Y la cabeza me empezó a dar vueltas sobre la infinidad de posibilidades que ofrece el libro como obra y como objeto.
Sé que esto no es novedoso, pero en lo personal, ha sido toda una revelación, Kentridge la hizo posible. Y de algún modo, la muestra te invita a experimentar, a dar un giro y dar un sentido diferente a la obra convencional, desde la forma, desde el fondo.
Es curioso, al entrar a la exposición, la explicación sobre su nombre, FORTUNA, captó mi atención: “podemos entenderla como una casualidad dirigida, o bien como la ingeniería de la suerte en donde hay posibilidad a la vez que predeterminación”.
Sin lugar a dudas, todo se conjugó.