A menos de dos meses del final de su período en la Casa Blanca, el presidente Donald Trump divulgó el miércoles un video con una alocución de 46 minutos, que según dijo podría ser “el discurso más importante que he pronunciado”.
En realidad, el discurso no fue más que una serie de denuncias sin fundamento ni prueba alguna sobre la elección del 3 de noviembre, que perdió frente a su contrincante demócrata Joe Biden.
En el discurso grabado, Trump se refirió a los esfuerzos de su equipo de abogados por “exponer el enorme fraude electoral” que, según él, fue la causa de su derrota. Pero ni el presidente saliente ni sus abogados han presentado la menor evidencia de fraude en los comicios. Todo lo contrario: en estados decisivos para la elección como Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin, los gobiernos negaron la existencia de cualquier fraude y certificaron los resultados de la votación, que favorecen a Biden.
El presidente electo tiene 306 votos electorales frente a 232 de Trump, y en la votación general lo aventaja por más de seis millones de votos.
Sin ofrecer ninguna prueba, Trump dijo en su discurso que el sistema electoral está “bajo un asedio y un ataque coordinado”. Pero su propio secretario de Justicia, William Barr, que ha sido siempre un fiel aliado del mandatario saliente, declaró el martes que el Departamento de Justicia no había encontrado ninguna evidencia de fraude que pudiera cambiar el resultado de la elección.
Trump sabe que ha perdido. Sin embargo, su prepotencia le impide aceptar la victoria de Biden y reconocerlo públicamente para facilitar el cambio de mando, como lo exige la conducta democrática y como siempre se ha hecho en los Estados Unidos, un país donde nunca ha ocurrido un golpe de Estado. Pero Trump está habituado a salirse con la suya, no puede admitir su derrota y sigue afirmando que en la elección se cometió un fraude descomunal, lo cual, sencillamente, no es cierto.
Las redes sociales Twitter y Facebook marcan constantemente como engañosos los frecuentes mensajes de Trump sobre los comicios. Muchas voces dentro del Partido Republicano le piden a Trump que acepte el triunfo de Biden. Sus patrañas sobre la elección solo las repiten sus seguidores fanatizados y personajes enloquecidos como su abogado, Rudolph Giuliani, quien el 19 de noviembre hizo el ridículo cuando su tinte de pelo le corrió por la cara mientras mentía ante las cámaras, afirmando que tenía pruebas de fraude electoral, pruebas que no mostró.
Trump también está haciendo el ridículo con su pueril negativa a reconocer que perdió en la votación. Pero al mismo tiempo está intentando socavar la confianza del público en el sistema electoral, en uno de los pilares fundamentales de la democracia. El “discurso más importante” de Trump es otra muestra de su arrogancia y de su irresponsabilidad.