En música, el término “improvisación” se refiere a un actividad fundamental y milenaria que brinda al músico/creador muchísima satisfacción. Con seriedad y convicción, transforma al músico y lo hace crecer como ser humano.
Primer escenario
Termina la tocada a las doce de la noche, recoge sus instrumentos, dice adiós al manager del bar y sale en busca de un lugar donde comer. Después de tocar siempre está hambriento como un lobo. La sanguchería está cerrada y el sitio de tacos también. Son las doce y media y aún no puede encontrar nada abierto. Regresa al apartamento con el estómago vacío y un poco deprimido. Entra a la cocina y abre el refrigerador. Está casi desierto. Unos cuantos vegetales por aquí, unos embutidos desperdigados por allá. Casi sin pensar, toma unos tomates, unas cebollas, encuentra por allí unos ajos, saca un frasco de encurtidos. Toma la sartén y empieza a saltear los ingredientes. Añade especias y sazón. Se emociona un poco. La cocina, el apartamento huelen bien. Sirve la preparación en un plato y la devora sin pausa. Una sonrisa de satisfacción le cruza el cuerpo al terminar. Ha improvisado una suculenta cena.
Segundo escenario
Se le hace tarde y tiene que llegar al auditorio para alistar los equipos y comenzar su participación en el musical. Hay un atolladero de madre. Cinco minutos y el tráfico no se mueve. Un tipo se ha bajado de una van destartalada y abre el capó. El atolladero tiene para rato. Decide entonces buscar otro camino, aunque no conoce bien esa parte de la ciudad. Puede perderse y entonces allí sí que no llegaría a tiempo al auditorio. Toma un callecita que le lleva a una avenida de doble sentido. De ahí entra por otra calle muy angosta y así va construyendo un mapa imaginario en su mente, guiándose solo por intuición. Unos minutos más tarde está estacionado frente al auditorio, contento de haber llegado a tiempo. Ha improvisado una nueva ruta.
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Los dos escenarios nos presentan ejemplos de la vida cotidiana (de un músico) en los cuales la improvisación facilita no solo soluciones prácticas sino además un sentido de satisfacción personal. En el idioma español muchas veces se utiliza el adjetivo “improvisado” como sinónimo de mediocridad. Por ejemplo: “el gobierno ha evidenciado su falta de previsión y una política económica improvisada.” Es decir: el gobierno hace las cosas a la loca, sin prever las posibles consecuencias negativas, actúa sin un plan riguroso debidamente trazado. Sin embrago, dentro del mundo de la música, el término “improvisación” se refiere a un actividad fundamental y milenaria que brinda al músico/creador muchísima satisfacción, una actividad que, cuando es llevada a cabo con seriedad y convicción transforma al músico y lo hace crecer como ser humano. Así como lo muestran las historias descritas al inicio, la improvisación no solo resuelve problemas prácticos; cuando se aplica a la música puede brindar una sensación de dicha espiritual, emocional y física.
Por mucho tiempo, el modelo de composición desarrollado por los maestros de la música clásica de occidente ha sido defendido como el único procedimiento idóneo para producir obras de gran factura. Este modelo valúa el trabajo paciente, meditativo y organizado del compositor frente a la partitura. Cada nota es esculpida e hilvanada con meticulosa parsimonia buscando construir un edificio sonoro. Por otro lado, la improvisación ha sido vista como la antítesis de la composición seria: el improvisar se percibe como desorganización, caos, turbación, y a veces mera complacencia. Más aun, la cultura occidental ha impuesto la dicotomía composición versus improvisación, la cual posiciona aquellas tradiciones musicales del mundo basadas en la improvisación en un grado inferior de valía por debajo de la composición. Se enseña en los conservatorios y en las universidades que la música de occidente es superior a la música folclórica o tradicional porque involucra el trabajo arduo y casi científico de un compositor debidamente entrenado.
(Raga)
Importantes investigadores de la etnomusicología y la teoría cultural han demostrado que esta dicotomía es espuria. Escritores como Bruno Nettl, Stephen Nachmanovitch, Jeff Pressing y George Russell han ayudado a demostrar que la improvisación musical es simplemente un sistema de composición en tiempo real. En otras palabras, el improvisador y el compositor realizan el mismo tipo de actividad pero en periodos de tiempo disímiles. Ambos siguen un método regulado y una dirección estética que está normalmente determinada por la tradición de origen. Así, existen alrededor del mundo tradiciones milenarias (mucho más antiguas que la música clásica europea) que han explorado las infinitas vertientes de la improvisación como método de composición. El raga de la India y el maqam árabe, por ejemplo, son sistemas formales y altamente desarrollados a un nivel teórico, matemático y espiritual que instruyen como componer en tiempo real. Otros sistemas más modernos como el jazz también utilizan métodos específicos para hacer de la improvisación un eje central de expresión emotiva. Pero es importante tener en cuenta que hay muchas formas de improvisar alrededor del mundo, y cada una posee un sistema que demanda distintos niveles de aprendizaje y desarrollo técnico.
(jazz)
https://youtu.be/KPgEoDt_Duc
Como músico e investigador de los procesos que moldean la improvisación musical, no puedo dejar de mencionar el elemento cognitivo y emocional que hace de esta forma de componer una vía eficaz para la realización personal. Aquel elemento, llámese espiritual, religioso, energético o trascendental se resume en la experiencia misma que se vive al momento de improvisar. Cuando uno compone en tiempo real la mente, el cuerpo, el intelecto y las emociones se fusionan en una sola fuerza creativa. Esta fuerza existe solo en el momento. Provee una sensación de libertad y expansión que quizás se pueda definir como lo más real y concreto producido por la improvisación. Aquella es una sensación de flow, para usar el término acuñado por el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi: mientras se improvisa se vive cada segundo como si fuera el primero y a la vez el último; la percepción del tiempo no se detiene si no que se aletarga y se hace profunda y placentera. El improvisador se compenetra con su música y con su propio ser actuante. La realidad vivida y el goce de la creación se manifiestan directamente en una sensación corporal y emotiva definida por la fluidez.
(Maqam)
httpv://www.youtube.com/watch?v=O4RZaszNhB0