Parece imposible que los escritores se resistan al amor. Sí, un tema tan abstracto como trillado, exprimido hasta la saciedad y que ha consumido, a lo largo de la historia de la literatura, no cientos, sino miles de folios, quizá porque ha sido imposible entenderlo, pues es capaz de provocar lo mejor y lo peor del ser humano.
Hace algunos años descubrí la obra del autor de origen dominicano Junot Díaz. Quizá la mayor revelación de la literatura latinoamericana de los últimos años. Y aunque es cierto que escribe en inglés, su obra desprende ese aire inconfundible y tan reconocible en obras de otros autores de la región: no sólo por el entorno en el que se mueven sus personajes, sino por la forma de abordar sus historias y la profundidad que imprime a cada una de ellas.
Aunque es cierto que conforme he conocido su obra me pregunto: ¿será que estamos ante el nacimiento de una literatura híbrida, que puede considerarse tanto anglosajona como latinoamericana, o simplemente, por fin, ante una literatura sin origen?
Más allá de estas cuestiones, la última obra de Junot Díaz, Así es como la pierdes (2012), es evidentemente un libro dedicado al tema del amor. Y, por lo tanto, en sus historias, nueve en total, encontramos infidelidad, traición, dolor, lágrimas, obsesión. Incluso, en algún punto de su lectura, podemos afirmar que se trata de un libro de desamor.
Y aunque en los dos libros previos de Díaz, el amor es el motor vital de sus personajes, es en estos relatos donde desarrolla con mayor ahínco las razones, las sinrazones en las que nos podemos enredar por el simple hecho de amar a alguien. Con una prosa limpia y sencilla, logra profundizar en el alma de cada uno de sus personajes. Todos destilan deseo, contradicción y una constante pulsión hacia la infidelidad, aunque siempre leales y siempre arrepentidos. En resumen, cada uno de sus pasos los convierte en seres verosímiles, humanos. Nos proyectamos en sus obsesiones, nos reflejamos en sus traiciones, tanto como traidores como traicionados.
Las nueve historias se encuentran unidas por un hilo conductor, Yunior, el alter ego del autor, quien aparece en diferentes momentos de su vida, desde la niñez hasta la madurez, pero sin hacerlo de una forma cronológica. Y aunque podríamos decir que la forma de presentarlo no tiene lógica, al final comprendes que sólo de esa manera, con ese orden incoherente, es la única forma para comprender en toda su extensión su personalidad y sus motivos.
Incluso, en algunos momentos de la lectura, he llegado a pensar si en realidad estoy ante una novela. No sería extraño que así fuera. Pero eso sólo lo sabré después de dejar reposar lo leído, pensar y, seguramente, volver a sus páginas más adelante, como pienso hacerlo con las dos obras previas del auto, para corroborarlo.
Porque leer a Junot Díaz es un placer mayúsculo, porque estoy convencido de que en el futuro será considerado uno de los más grandes y porque entre sus libros y yo, sin duda, hay una gran historia de amor.