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El alma por el pie

¿Qué concepción del arte se esconde detrás de los discursos de aceptación de los premios Nóbel de literatura? Esta es mi tercera entrega.

Luego de que en 1905 se le otorgara el galardón al escritor polaco Henryk Sienkiewicz, en 1906 se le dio el premio al poeta italiano Giosué Carducci y en 1907 al narrador británico Rudyard Kipling. Ninguno de ellos habló en el banquete de premiación. Las presentaciones enfatizaron el carácter patriótico y pagano de los escritos de Carducci y el carácter de “poeta del imperio” del autor de Kim y de El libro de la jungla, enfatizando en éste último sus poderes de observación que lo convierten “en el más genial de los autores británicos de su tiempo”.

En 1908, la Academia sueca premia al filósofo alemán Rudolph Cristoph Eucken. Luego de la presentación —donde se enfatiza que el premio Nóbel de literatura busca un alto nivel intelectual y por esto se justifica dárselo a un filósofo e historiador como Eucken, autor de obras como Conceptos del pensamiento moderno (1878), El problema de la vida visto por los grandes pensadores (1890) y El significado y valor de la vida (1908)— el volumen Nobel Lectures 1901-1967 nos presenta su discurso de aceptación, titulado “¿Naturalismo o idealismo?” Eucken se manifiesta contra el historicismo y el esteticismo extremos y, en cambio, propone una filosofía de la acción destinada a la “búsqueda de la verdad”. Frente a un naturalismo que postula a un ser humano determinado por su naturaleza, Eucken opone una dimensión mental que conlleva a otro plano de la realidad. Así, mientras para el naturalismo el objetivo central es la preservación de la existencia, el idealismo apuesta a la emancipación de la vida interior a través de tres ejes básicos: lo verdadero, lo bueno y lo bello. El ser humano no debe ser concebido como una pieza en la naturaleza, dice Eucken, ya que es superior a ella. Pero con esta superioridad vienen los flujos sociales que reclaman un compromiso ético que es a la vez obligación y privilegio. De este modo, en el proceso de la vida, los objetos externos se incorporan al “alma” o la dimensión espriritual. En la imperiosa necesidad de una síntesis, la vida interna mejora el mundo natural y crea otro mundo. “Necesitamos”, dice Eucken, “un objetivo que libere y eleve a los seres humanos”. La literatura, continúa, si acepta la misión idealista, puede dar forma a la vida, “simultáneamente representando y guiando lo que surge del alma del ser humano”.

Y el pescador dijo: “Habla y abrevia tu relato

porque de impaciente que se halla mi alma

se me está saliendo por el pie”.

Las mil y una noches, “Historia del pescador y el efrit”.

Para leer el libro de Pablo Brescia:

 
 
 
 
 
 

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