Para 1990 los Soda Stereo eran dioses en Latinoamérica. Habían vendido millones de discos desde que editaron el primero seis años atrás. Los conciertos eran masivos. Sus canciones nunca dejaban de sonar en la radio y varias formaban parte de la cultura popular juvenil. La prensa los adoraba. Si hoy muchos piensan que ha sido la mejor banda del pop-rock de esta parte del planeta, es por lo que Soda Stereo ya había alcanzado a fines de los 80s.
Pero dentro de la cabeza de Gustavo Cerati la situación era otra. Las preferencias musicales del argentino eran por las bandas que desde fines de los 70s habían empezado la explosión de post-punk, british-ska, dark-wave y demás corrientes que desde Inglaterra venían extendiendo los límites sonoros de la época. SI bien esos géneros influenciaron a los tres miembros del grupo desde el inicio de su carrera, ellos no estaban satisfechos con la música que hacían. Cerati había empezado a interesarse también por el shoegazing, un estilo con ruidosas pero melódicas guitarras que generaban atmósferas narcóticas con voces sombrías y susurradas. Como tener a The Velvet Underground, Cocteau Twins, The Jesus & Mary Chain y Spacemen 3 tocando juntos pero mirando al piso durante todo el concierto. Con eso en la cabeza, Cerati entró al estudio en 1991 para grabar el nuevo disco de Soda.
“Dynamo”, editado al año siguiente, es un álbum que tiene mucho de shoegazing, solo que con la voz más potente y definida. Cerati nunca fue ortodoxo ni iba a desperdiciar su voz que funcionaba como un instrumento más, definía el sonido inconfundible de la banda y lograba que las chicas y los chicos deliren. En el disco se siente también una inclinación por la psicodelia, el noise y el dream-pop. En relación a su álbum anterior, Cerati dijo: “Es como si a “Canción Animal” lo hubiéramos metido dentro del agua. Y, a nivel sonoro, quisimos producir eso, las canciones tenían más que ver con algo hipnótico”. Dentro de ese nuevo universo, la paleta de estilos va desde la electrónica y el raga en “Sweet Sahumerio” -esta tiene además una guitarra espléndida como la del mejor The Cure-, hasta el sonido que bandas de Manchester como los Stone Roses o Inspiral Carpets ya venían haciendo en ese momento y que se siente en “Claroscuro”
En la “Secuencia inicial”, el tema que abre el álbum, Cerati invita a empezar el viaje: “La secuencia inicial… corre / ninguno de los dos lo ha advertido / miro atrás y veo la razón / nunca fuiste una canción / Te oigo entrar y deseo darte un nombre nuevo / Busco algún lugar neutral / tal vez, mi curiosidad es más grande que tu miedo / resbalé, quedé flotando así / sin tocar el suelo / voy a entrar, dejémonos caer, caer // Mójate los labios y sueña”. Pocas veces Cerati canta frases que realmente signifiquen algo. Sus letras no son ni siquiera herméticas, casi nunca hay un mensaje que descifrar y a veces incluso nos tontea. Pero en “Luna Roja” Cerati utiliza el universo bíblico para hablar del exceso y del SIDA: “Primero león / Luego cordero / Ruega a Dios / Poder volver del desierto / Desde que vio / La luna roja / Sobre el mar negro / Luna roja // Cuídame / Yo te cuidaré / Yo también pague placeres ciegos / Y no quiero ver / La luna roja / Sobre el mar negro / Luna roja // Es peligrosa / Te haré mortal”. El corte es un homenaje a Federico Moura, el cantante de Virus, quien murió de esa enfermedad. Los derechos de esta canción luego serían cedidos a la Asociación huésped que lucha contra el SIDA.
“Dynamo” es un álbum que tiene una atmósfera fantasmal, lleno de espacios repletos de bruma. Y eso es muy intenso en la canción más demoledora que haya hecho la banda: “En Remolinos”, un track compuesto por distintas capas de guitarras distorsionadas, en el que uno siente que empieza a ingresar lentamente a un agujero negro, solo que éste es de color naranja fosforescente y hace dar vueltas flotando en un remolino de bienestar absoluto y eterno. Cerati además lo recalca con mucha contundencia en el coro: “gira el sol / gira el mundo / gira dios”.
El título del álbum, que hace referencia al generador eléctrico producto de la inducción electromagnética, fue sugerido por Daniel Melero, mítico tecladista que apoyó a la banda y con quien Cerati haría meses después a dúo “Colores Santos”, un álbum de rock electrónico que sigue sonando hasta ahora, hermoso y original. Confirmando que Cerati estaba en su pico creativo, al año siguiente edita su primer disco como solista, “Amor Amarillo”, otra joya del rock iberoamericano, una placa donde se libera del power-pop de los Soda y se desliza con sutileza por otras texturas.
“Dynamo” iba a ser un extenso despliegue expresivo de la banda, pero Sony Music, su disquera, se opuso a editar un disco doble. Fue en cambio el primer álbum de un grupo en español editado con la duración de un disco compacto y sin tomar en cuenta la división de dos caras que tenían los vinilos y los casetes. Alcanzó a ser disco doble platino dos semanas antes de entrar a las tiendas (por preventa), pero la curva se volvió descendente rápido. Solo tenía un single, “Primavera Cero”, que no fue un hit que alcanzara los picos masivos de “Persiana Americana”, “De Música Ligera” o “Zoom”. Al poco tiempo la banda fichó por BMG, lo que desincentivó a Sony Music a invertir en la promoción del “Dynamo”. Casi no sonó en la radio, la banda dio pocas entrevistas y tuvieron menos reportajes. Se dice que la gente fue indiferente, pero lo que ocurrió es que muy pocos lo escucharon en medios de comunicación masivos. “Dynamo” fue primero apreciado solo por unos cuantos melómanos, quienes se pasaban ese álbum grabándoselo de casete a casete. Al alejarse radicalmente del anterior sonido pop de la banda y no ser bien digerido por la masa, se acentuó su condición de álbum de culto.
Inquietante, guitarrero, fuerte, intenso, tripero, “Dynamo” no solo es mi álbum favorito de Soda Stereo, sino también el de muchos fanáticos y el del propio Cerati. Lástima nomás que en el mundo anglosajón sigan catalogando comercialmente ese disco en el género “Latin”, como si se tratase de Shakira o Juan Luis Guerra. Curiosamente, se lee a veces que es uno de los mejores discos de shoegazing que se hayan hecho junto a “Nowhere” (1990) de Ride y “Souvlaki” (1993) de Slowdive. Pero yo no estoy de acuerdo con esto. El álbum va más allá del corsé de ese género y es mas bien el resultado de articular las distintas propuestas aparecidas en la música contemporánea en ese histórico punto de quiebre que fue el año 1991, cuando se lanzaron “Achtung Baby” de U2, “Loveless” de My Bloody Valentine, “Screamadelica” de Primal Scream y “Blue Lines” de Massive Attack. Grabado al poco tiempo que todos ellos, más de 20 años después,“Dynamo” es un disco que sigue sonando moderno y que marca la pauta no solo de cómo hacer música contemporánea, sino también de cómo emocionarnos y apreciar la belleza.