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Confesiones de invierno

Siete cuentos morales, de J.M. Coetzee


 

John Maxwell Coetzee (Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 1940) ha llegado a esa edad en la que algunos escritores, con una sola y sutil pincelada, pueden pintar un mundo entero. No es un hecho frecuente: el paso del tiempo suele debilitar narración, argumento, personajes, pero en el autor de Desgracia y Diario de un mal año no se percibe fatiga alguna. Y por primera vez, tras una larga lista de novelas y libros de ensayos, ha reunido en un volumen siete cuentos, fechados entre 2003 y 2017, a los que tilda de “morales” y por los que transita –a excepción de dos de ellos– su alter ego por excelencia: la inefable, culta y caprichosa Elizabeth Costello.

Coetzee publicó la novela Elizabeth Costello el mismo año en que recibió el premio Nobel: 2003. En sus primeros párrafos presentaba a su protagonista de la siguiente forma: “Elizabeth Costello es escritora. Nació en 1928, lo cual quiere decir que tiene sesenta y seis años y va para sesenta y siete. Ha escrito nueve novelas, dos libros de poemas, un libro sobre ornitología y ha publicado bastante obra periodística. Es australiana de nacimiento. Nació en Melbourne y sigue viviendo en esa ciudad, aunque entre 1951 y 1963 pasó una temporada en el extranjero, en Inglaterra y Francia. Ha estado casada dos veces. Tiene dos hijos, uno de cada matrimonio”. La hija se llama Helen y vive en Niza, el hijo se llama, casualmente, John, y es profesor de física y astronomía en Massachusetts.

Pero ahora, en estos cuentos, Elizabeth ya se ha convertido en una anciana con algunos problemas de salud, y sus dos hijos intentan buscar una solución para protegerla en lo que, dan por sentado, serán sus últimos días. En el relato “Vanidad” ella está cumpliendo sesenta y cinco años y emprende algunos cambios en su aspecto porque quiere ser nuevamente mirada con deseo, como en su juventud (“Tu madre actúa como un personaje de Chéjov”, le dice la esposa a John). En “Una mujer que envejece”, ella viaja desde Melbourne a la casa de su hija, adonde también ha llegado John; ambos tratan de convencerla para que se mude con alguno de ellos. Aún sigue siendo la misma escritora altiva, que deplora “la gramática defectuosa” y que se niega a las soluciones que le proponen.

En “La anciana y los gatos” el hijo la encuentra viviendo en San Juan, un pequeño y aislado pueblo de Castilla, rodeada de gatos y dando cobijo a Pablo, un extraño sujeto (como ocurría con la protagonista de La edad de hierro) acusado de exhibicionismo. En “Mentiras” John envía a su esposa una serie de cartas desde el mismo San Juan, pero ahora contando que su madre ha sufrido una caída, que apenas se desplaza ayudada por un bastón y que ya no puede subir a la segunda planta, donde tenía instalado un escritorio con todos sus papeles: esbozos de nuevas novelas, apuntes, reflexiones. En el último relato, “El matadero de cristal”, Elizabeth llama a su hijo a Baltimore y le anuncia que quiere construir un matadero de cristal y colocarlo en medio de la ciudad para que los habitantes vean cómo se mata a los animales que nos alimentan. Unos días después le hace llegar un paquete con manuscritos varios, entre ellos un diario personal que va de 1990 a 1995, y en donde cuenta que vio matar a un cabrito en Yibuti, África nororiental, para luego faenarlo y venderlo en un mercado. Algunos papeles son breves pensamientos dedicados a Heidegger y a Descartes, y en otros apuntes John puede leer que la madre se queja de que ya no se puede concentrar, de que tiene hora con un neurólogo, de que se olvida de sí misma.

De algún modo Costello le permite a Coetzee hablar de sí mismo, como ya lo había hecho en la novela de hace quince años, pero ahora con la ceñida sombra de su edad, del paso del tiempo, de los temores y las decepciones que todo anciano carga sobre sus espaldas. “La vejez no es una batalla. La vejez es una masacre”, escribió Philip Roth en su novela Elegía. Esa amarga sentencia es lo que este libro evoca. Un libro notable y, otra vez, una clase maestra de literatura.

Siete cuentos morales, de J.M. Coetzee, traducción de Elena Marengo, Literatura Random House y El hilo de Ariadna, Buenos Aires, 2018, 123 páginas

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