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Civil Poems: publicar versos en inglés

Escribir sobre México, sobre el país de uno mismo, es cosa diaria. Pero escribir poesía sobre los embates de nuestra nación en este siglo XXI no es cosa que, hace diez años, interesara a las editoriales mexicanas. Yo decidí reflexionar sobre México como un acto de conciencia pública, como una demanda de claridad por el país que hemos dejado malbaratar con los ojos cerrados. Por más que buscaba una poesía que pusiera el dedo en la llaga, no pude encontrar, cuando comencé a escribir sobre el estado de la nación mexicana en 2010, 2011, poemarios que hicieran referencia a la zozobra en que vivíamos.

Yo quería una poesía que mirara al mundo de frente, sin subterfugios, sin pretextos. Que el poema no fuera la otra realidad sino ésta que estamos padeciendo en sus vendavales y querellas. Que el verso fuera una curación radical, un ensalmo purificador. De ahí, de esa desesperación y agonía, nacen los textos que conforman mi poemario Poemas civiles. Son apuntes al vuelo de un país metido hasta el fondo en una violencia que se expande, que se multiplica por todos los resquicios del cuerpo social. Son dibujos al natural del horror cotidiano, del sentimiento compartido por los mexicanos en su travesía sangrienta. Porque la poesía, para ser un instrumento vital, debe primero ser honesta consigo misma, debe demostrar de qué está hecha como emoción y desafío, como verdad en carne y hueso.

Al final, Poemas civiles se publicó en España, gracias a la generosidad de Uberto Stabile, por la editorial Amargord en 2013 y es, lo admito, una obra creada bajo la sombra ominosa de la guerra contra el narco en el tenebroso gobierno del presidente Felipe Calderón. No es un diario de desastres ni un poemario de protesta, aunque algo tiene de ambos. Es, sobre todo, la vida ciudadana en verso, el canto de lo irremediable escrito por uno más de sus testigos. ¿Para qué negarlo? México me duele, como a tantos. Lo que Poemas civiles expresa, en temas y perspectivas, es la mezcla de emociones conflictivas que experimentamos, como sociedad y como individuos, en un momento abrumador de nuestra historia, cuando los lazos comunitarios se rompen y sólo queda el sálvese quien pueda como último recurso. No es un momento glorioso para nadie. No es una época de la que podamos sentirnos orgullosos de ser parte suya. Pero la poesía es un género altamente dotado para encarar tiempos difíciles, para explorar los males que nos agobian. Eso es lo que he pretendido hacer en este libro.

Dar cuenta, desde el verso libre, de los estados de ánimo que zarandean a nuestro país, de los equívocos y carencias que padecemos y que nos han llevado a vivir como vivimos, a morir como morimos. Hay tanta brutalidad, tanta ceguera en torno nuestro, que la poesía apenas puede alzar su voz entre los gritos destemplados de víctimas y verdugos, entre los participantes al desfile de lo siniestro, al carnaval de lo macabro. Escribí estos poemas porque no acepto la normalidad de la violencia, la mascarada de la impunidad, el pretexto de la ignorancia. Los escribí para decir lo que pienso y lo que siento por ser un mexicano en una nación que se desmorona día con día y día con día se reconstruye ella misma, en un país donde la inequidad, los privilegios de clase y la injusticia aumentan a pasos agigantados y con el permiso de los que más tienen. No quise que fuera un poemario político sino humano.

El oficio de poeta implica, en su trabajo con el lenguaje y en su retrato de la vida que cada autor experimenta, una manera de encarar los desafíos de la existencia cotidiana. Pero, ¿qué pasa cuando esa existencia que comparte con los demás se exacerba en violencia, en brutalidad, en zozobra? ¿Cómo escribir de uno mismo sin hablar de lo que sucede a los demás en su propio país, en la sociedad a la que se pertenece? En la poesía mexicana muchos han sido los poetas que han querido dejar su testimonio del momento por el que pasaba la comunidad que los rodeaba. La lista es larga pero aquí sólo menciono a Ramón López Velarde frente a los estragos de la Revolución Mexicana tierra adentro, a Octavio Paz en la Guerra Civil Español como preludio del avance fascista por toda Europa, a Horacio Enrique Nansen cantando contra la salinidad del Río Colorado en los años sesenta del siglo pasado, o en María Baranda, destacando el clima de violencias que hieren a nuestra patria.

Poemas civiles es mi manera de reclamar el derecho de decir lo que soy en medio de una calamidad de la que todos somos responsables, de un desastre que lleva nuestra firma, que porta nuestro rostro, que define nuestra cultura. Sin embargo, al final del poemario el tono de los textos fue cambiando. Los poemas que concluyen el libro se fueron llenando de luz, de vitalidad, de un cierto entusiasmo. El anhelo por no perder la esperanza se hizo más fuerte. La vida como convivencia comunitaria le ganó a las penumbras del desasosiego.

Poemas civiles puede ser leído de muchas maneras: como se lee una casa con sus cuartos sombríos y sus habitaciones luminosas, con sus ventanas abiertas de par en par y sus sótanos plenos de tinieblas; un recinto donde las palabras sirven para curar nuestras heridas y el verso es “un acto de amor”, “un santuario abierto a quien lo necesite”. No sé ni me importa si va con las tendencias de moda de la poesía mexicana, tan conservadora, tan prudente para no exhibir lo que realmente piensa del mundo. Yo decidí decir lo que pienso, lo que siento, lo que me revuelve el estómago, lo que me afecta aquí y ahora. Mover las aguas para que el fango no se asiente. Llamar a las cosas por su nombre para que nadie me diga que viví este momento de la historia como un verdugo voluntario, como un testigo ausente.

Para mí eso es la poesía: un documento de identidad, un texto público. Algo que vomitas para no ahogarte con tus ácidos. Algo que debes decir para no traicionar las palabras que te pertenecen, el lenguaje que tienes bajo tu cuidado. Retrato de cuerpo entero de mi patria en sus calamidades, del mundo en sus desastres. Y ahora, estos versos están presentes en la lengua inglesa, en esa lengua donde William Shakespeare hablara de una nación que gime bajo la imperiosa ruina, de un mundo “de tumbas, de gusanos, de epitafios”, donde la muerte tiene su reino y el olvido es monarca absoluto. Porque la poesía no conoce fronteras. Porque la poesía comparte con todos nosotros sus palabras de esperanza, sus testimonios de dolor. Lo que nos une en todo tiempo y lugar. Lo que nos impulsa a seguir viviendo nuestro entorno para cantar sus sueños, sus zozobras, sus certidumbres. Lo que nos aterroriza y entusiasma. Lo que nos fortalece y dignifica. Eso que nos llama a seguir adelante, a no desesperar. Una quimera que el corazón defiende y atesora. Una utopía que nunca se queda en paz.

Y tan no se queda en paz que Poemas civiles, publicado en España en 2013, llegó a manos de José María Mantero, un catedrático español que residía en los Estados Unidos. Al leerlo le interesó tanto que terminó, con la ayuda de Philip Dunn, un colega académico, traduciéndolo al inglés. Terminada la traducción me localizaron y me enviaron el texto, diciéndome que ahora yo tenía que buscarle casa y cobijo editorial. Eso fue en 2016. Durante los siguientes siete años eso hice. Presenté Civil Poems a editoriales especializadas en poesía, a editoriales fronterizas de California, Arizona y Texas, sin que ninguna le interesara publicarlo. Pensé, entonces, que el tema mismo: un retrato del México de la época de Felipe Calderón no era una obra literaria que convenciera a los que veían la poesía no como un acto testimonial sino como un simple discurso verbal. Por algo así no pude publicarlo en español en México y tuvo que ser en España donde le dieran cabida.

Pero no cejé en mi empeño. En 2023 le pedí ayuda al traductor Anthony Seidman y me señaló una editorial ubicada en Nueva York con la que él ya antes había trabajado: Spuyten Duyvil. En su sitio en Internet, esta editorial dice que su misión es seleccionar “cuidadosamente escritores que sean creadores e innovadores serios, tanto voces emergentes como de larga trayectoria. Seleccionamos el arte que nos incita a buscar nuevas alturas en nosotros mismos y en el mundo. Arte que despierta el alcance de nuestras raíces”. Y advierten que les interesa “agitar el terreno para que se levanten nuevas voces”, para que se logren crear “las semillas de la cultura futura”. T. Thilleman, el centro creativo de esta editorial nacida como espacio cultural del legendario CBGB -el bar donde el movimiento punk neoyorquino (Ramones, Blondie, Patti Smith) tomó impulso en los años setenta del siglo pasado-, aceptó el manuscrito y lo publicó en 2024. Thilleman es un poeta con más de una veintena de libros publicados, un artista plástico cuya visión del mundo enraíza en el misticismo budista y en la cosmogonía de la conciencia comunitaria.

Para Spuyten Duyvil, la literatura es un terreno fecundo donde el pensamiento y la imaginación crecen y se complementan, alcanzando con sus publicaciones a toda clase de lectores, tanto dentro como fuera de los Estados Unidos. Para los que participan en esta aventura, su labor consiste en la creación de una comunidad del espíritu, de un organismo vivo que respira, que evoluciona. Entre los autores publicados están Anne Waldman, Arisa Rahim, Michael McClure, Harold Jaffe, Andrea Serima, Ricardo Cázres, Jiwon Choi, Nedi Cherkovski, Rutha Rosen, Antje M. Ranwerda, Yuko Otomo, Pablo Neruda y Charles Olson, entre muchos otros. Ahora formo parte de su catálogo con Civil Poems y eso es para mí un orgullo: el de pertenecer a una comunidad de escritores provenientes de todas partes del mundo.

Civil Poems, con sus 120 páginas, es un libro bien cuidado, con una portada del propio Thilleman donde un árbol de luz contrarresta las sombras del mundo. Consta de 124 páginas y espero sea un acercamiento de mi obra poética para el público de habla inglesa. En todo caso, es una ocasión de festejo que un poemario mío logre reencarnar en la lengua de Walt Whitman y Sylvia Plath a más de diez años de distancia de su publicación primera en español. Como lo afirma José María Mantero en la contraportada: este libro “explora los asuntos actuales de México a través de poemas que emplean imágenes y un lenguaje apocalíptico para retratar la profunda crisis nacional que padece”. O como dice Salvador Ruiz: aquí se “pone en la mesa el trabajo de un poeta en un mundo convulso, en un tiempo donde la indiferencia no es una opción”. O como asegura Édgar Cota Torres: en estos versos se puede ver “la brutal realidad de México” a la vez que “te hace repensar tu propia realidad”. He aquí nuestra herencia de sangre, nuestro presente en llamas, la palabra como herida abierta: A tempest of tempests/among us.

Hoy Civil Poems llega a los lectores de habla inglesa, recordándoles que al sur de la frontera hay un país que lucha por preservar la justicia, por decir la verdad. Una nación donde la poesía es convivio y conocimiento a la vez. Tierra de sombras donde el sol de la palabra irradia su consuelo.

 

 

 

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