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Carta al padre (reloaded)

 

 El tiempo todo ?

quiero ser ?

tu único

 Tu único, Prietto Viaja al Cosmos con Mariano?

 

Así como corre el agua entre mis dedos, como se oculta el sol tras los edificios de Des Moines, Iowa; o quizá como se desbandan la palomas en la arquitectura del silencio, te fuiste y yo no pude hacer nada.

Y ahora, frente a la presión de una fecha vacía, y el recuerdo de tu presencia distanciada, quiero hundir la tecla para honrar tu recuerdo.

Tuviste nueve hijos, yo solamente tuve un padre. Sin embargo, me amaste como si hubiera sido tu único; ahora que soy padre, lo he comprendido. Supe de tu afecto, de tu sufrimiento y tu cortedad, tus recelos, tus angustias y tus quimeras, y aún con todo esto, en el núcleo de tu corazón y en tu conciencia, jamás escuché de tus labios una sola reprimenda. Yo también te quise, y no había más, fuiste mi insuperable ejemplo, te admiré la elegancia y me envanecí de ti, de tal manera, que pensé que la eternidad te mantendría en pie para siempre, frente al portón de mis dolencias.

Mírame ahora, aquí ante el eco de tu reminiscencia, llorando, lejos, muy lejos de nuestra almendra, tú sabes, te dejé por circunstancias de la vida, y aún lejos de ti, sentí tu compañía. Viviste en mi corazón todo este tiempo y el sólo oír tu voz, me dolía. Padre, padre… ¿qué he hecho?

Hace años que te has ido, pero yo seguía soñando que estábamos juntos, que volvíamos a encumbrarnos frente a la tarde, a orillas de la playa. Te miraba junto a mí, y yo manejaba esa camioneta vieja por una de aquellas carreteras maltratadas por el calor, mirando los dos el horizonte, ese sol que cada tarde hostigábamos e idealizábamos, y el mar salado que cobijaba nuestra incertidumbre, ese piélago que nos acercaba a la muerte con un sabor salino. Y platicábamos, y aceleraba, te miraba y seguía acelerando hasta perder la tierra en la marcha, y seguíamos manejando hacia el sol, al austro, solos tú y yo, la camioneta oxidada, Padre e hijo.

Viviste en mis manos carcomidas por el trabajo todo este tiempo, y sé que no tuve que decírtelo, lo intuías, te supiste por mí amado, y me supiste artista, y te lo dije, aunque fuera otra la realidad en esta vida, el único virtuoso, el ser más sensible de nuestra casta, se encontraba en ti solamente.

Yo sé que también sufriste, que mujeres varias te romperían el corazón, lo pude adivinar en tu mirada y me descubrí de momento en ti, te vi esa última vez y lo supe, que aunque lejos siempre, te encontraría en cualquier reflejo.

Tengo que entregarte a los granos de arena, de los cuales fuiste formado algún día en la playa, ahora el mar abre su sepulcro, su garganta para recibir tu cuerpo, y con él toda tu elegante amargura.

Si pudieras contemplar este momento, yo sé papá, que te deleitarías, aunque no estamos todos juntos este día, sí están los míos para empezar a escribir una nueva página. Una nueva semilla de mí brota, para aliviar por fin esta depresión.

Así como corre el agua entre mis dedos, como se oculta el sol tras los edificios de Des Moines, Iowa; o quizá como se desbandan la palomas en la arquitectura del silencio, te fuiste y yo no pude hacer nada.

 

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